París alberga la cumbre climática en la que se buscará un acuerdo contra el calentamiento global.
Un extraordinario esfuerzo por lograr un acuerdo contra el calentamiento global y la emisión de gases invernadero ocupará la atención del mundo durante dos semanas.
El intento, en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21), busca que los casi 200 países participantes se comprometan en la reducción de las emisiones de gases y por tanto contribuyan a frenar el calentamiento global mediante la adopción de energías alternativas y otras medidas.
'Es la culminación de un largo proceso de negociación hacia un nuevo acuerdo global sobre cambio climático', comentó Paul Bodnar, asesor de seguridad nacional para Energía y Cambio Climático del presidente Barack Obama, de Estados Unidos.
Y no ha sido un camino fácil. De hecho, ha estado en el centro de duros desacuerdos políticos entre naciones desarrolladas y subdesarrolladas, entre viejas y nuevas potencias. El debate no está resuelto del todo, pero la urgencia del problema es creciente.
La conferencia misma es una muestra de las complicaciones enfrente. Por un lado, como señal de la alarma sobre el clima, se estima que jefes de Estado o de Gobierno encabezarán formalmente 140 de las 190 delegaciones nacionales esperadas.
Por otro, pese a la confianza en que habrá compromisos efectivos, aún hay dudas políticas sobre la capacidad de algunos gobiernos para asumirlos; algunos países demandan 'acuerdos justos' que reconozcan las distintas responsabilidades históricas de cada país en relación con el deterioro del medio ambiente y la generación de las condiciones que causan el cambio climático: ¿quién es responsable del fenómeno? ¿quién debe pagar por él? ¿las naciones en desarrollo deben limitarse para compensar por los pecados de los países industrializados?
Si tales demandas de política doméstica serán o no un obstáculo real para el cumplimiento de acuerdos, está por verse.
El evento se realizará entre fuertes medidas de seguridad, adoptadas tras los atentados del 13 de noviembre en París.
El nivel de asistencia marca tanto el interés y las esperanzas de compromiso como la actividad desplegada los últimos cinco años por el gobierno francés.
La creciente fuerza de los fenómenos naturales, del calor al frío, de las lluvias a las sequías, subrayan la importancia de buscar soluciones. Peor aún, de acuerdo con grupos ecologistas y analistas en temas de clima, un aumento de dos a cinco grados en el promedio de temperatura mundial significa para ellos, y para los pobladores de zonas ribereñas, un absoluto desastre.
Para naciones como Maldivas, Marshall, Santa Lucía, Papúa Nueva Guinea y otras, puede representar la desaparición física: el aumento de los niveles del mar por el derretimiento de los polos puede ponerlas bajo el agua, en su totalidad o en su mayor parte. Muchos países costeros enfrentan a su vez la posibilidad de ver a los océanos avanzar tierra adentro.
Y nada puede evitarlo, aunque puede ser limitado con lo que sus proponentes, incluso grupos defensores del medio ambiente, consideran como una genuina acción concertada y ejecutada por todos los países del mundo.
Ese tipo de compromisos han sido elusivos hasta ahora, pero se espera alcanzarlos en la COP21, que inicia hoy con actividades y se extenderá hasta el 11 de diciembre.
En términos reales, el principal resultado puede ser la promesa formal de los países participantes en las metas a alcanzar. Muchos de los detalles deberán ser trabajados en conferencias subsecuentes.
En la mesa
Las propuestas ya sobre la mesa y en cierta forma convenidas o asumidas incluyen la decisión de la Unión Europea de reducir emisiones en 40 por ciento para el año 2030 (en comparación con 1990); Estados Unidos buscará reducir en 25% su producción de gases respecto a 2005, y China acepta que las suyas llegarán a un tope en 2030.
De acuerdo con un anuncio hecho en julio por el primer ministro Li Keqiang, ese país reducirá sus emisiones de gases en 65% respecto a 2005, incrementará su capacidad instalada de energía eólica en 200 gigawatts y la energía solar en unos 100 gigawatts, frente a los 95.81 y 28 gigawatts actuales. También aumentará el uso de gas natural.
Hay también compromisos de las naciones industrializadas para aportar 30 mil millones de dólares en ayuda a los países pobres para permitirles invertir en tecnologías limpias. Idealmente, hacia 2020 la asistencia será de cien mil millones de dólares anuales.
Pero no es fácil. Miembros republicanos del Congreso de EU, por ejemplo, expresaron ya su oposición a cualquier acuerdo, en parte para negar un triunfo político al presidente Obama y en parte porque algunos de ellos afirman no creer en las pruebas científicas sobre el calentamiento global o la responsabilidad humana en él.
Al mismo tiempo hay una sensación de urgencia y muchos de los países presentes en París, que representan el 90 por ciento de las emisiones globales, han hecho saber ya cuáles son sus metas para limitar las emisiones de gases. Pero de acuerdo con las mismas Naciones Unidas puede ser insuficiente para detener el aumento de temperatura en dos grados y puede llegar a 2.7 grados centígrados.
La ruta a París COP21 se inició en la conferencia de Río de Janeiro en 1992, cuando los participantes convinieron en un Acuerdo Marco sobre Cambio Climático y los gobiernos aceptaron tomar medidas para evitar alteraciones extremas del clima. Pero no se precisaron qué acciones, y por cinco años sólo hubo alegatos sobre lo que cada país debía hacer.
En 1997, el Protocolo de Kioto demandó el recorte de cinco por ciento en las emisiones globales de gas invernadero. Los países industrializados recibieron asignaciones a cumplir, pero las naciones en desarrollo, incluso China, India, Brasil y México, quedaron sujetos sólo a su propia responsabilidad.
En 2004 un gobierno ruso deseoso de integrarse a la Organización Mundial de Comercio (OMC) ratificó el acuerdo y el protocolo súbitamente tuvo efecto legal, pero Estados Unidos permaneció fuera.
Las pruebas científicas acumuladas por gobiernos y grupos ecologistas no han terminado de convencer a grupos ultraconservadores o religiosos, con el apoyo más o menos abierto de intereses comerciales.
En todo caso la COP21 es considerada desde ya como un evento extraordinario, por su amplitud y su profundidad.
Con todo, en alguna medida el guardado optimismo sobre la posibilidad de un acuerdo se debe también a que no hay alternativas.
Vía: Excelsior