La trágica muerte de la princesa Diana en 1997 no solo conmocionó al mundo entero, sino que dejó una marca imborrable en la Familia Real Británica, especialmente en la reina Isabel II. Años después del fatídico accidente, han salido a la luz revelaciones sorprendentes que apuntan a una inquietud sobrenatural que habría atormentado a la monarca.
Kenneth Rose, reconocido biógrafo de la realeza, confesó en sus diarios que la reina Isabel vivió los diez días más oscuros de su reinado tras el fallecimiento de Lady Di. El pueblo británico la señalaba como cómplice silenciosa de lo que muchos creían un complot dentro de la familia real, alimentando teorías conspirativas que aún hoy siguen vigentes.
Pero lo más insólito no termina allí. Según Rose, la reina comenzó a sentirse invadida por una extraña “energía” en los pasillos del castillo de Sandringham. Esta sensación la llevó en 2001 a contactar a un párroco del estado, quien recorrió las habitaciones del castillo hasta identificar una fuente clara de inquietud espiritual.
El sitio exacto: la habitación donde su padre, el rey Jorge VI, pasó sus últimos días. Al principio, Isabel pensó que se trataba de él. Sin embargo, el clérigo determinó que la energía provenía de un alma que murió en circunstancias violentas. “Todo indica que era Diana”, le dijo.
Lejos de intentar un exorcismo, el ritual fue un servicio pacífico para brindar descanso al espíritu. El acto tenía un único propósito: devolver la serenidad a la reina y, quizás, a la propia alma de Lady Di.
Esta revelación agrega un nuevo capítulo a la historia ya fascinante —y trágica— de la princesa del pueblo, cuya presencia, incluso después de la muerte, siguió retumbando en los muros del Palacio Real.


