El Cristo Negro de Portobelo recibe cada año a miles de visitantes, que llegan a este pequeño pueblo de la Costa Arriba de Colón movidos por la devoción a este santo a agradecer por los favores recibidos. Este año conversamos con Raúl Cedeño, un hombre de sonrisa fácil, que llevaba en sus manos una pequeña imagen del Cristo que no soltó en ningún momento. Él nos contó que siempre ha sido devoto del Naza y que hace más de 30 años salía desde su casa, ubicada en la comunidad de Boca la Caja, y caminaba junto a un grupo de amigos hasta llegar a los pies del santo en Portobelo; sin embargo, ahora hace la travesía en bus.
Luego de prepararse física y mentalmente para el viaje, salió por primera vez rumbo a Portobelo en el año 1985, vestido con su hábito morado y movido por una profunda fe y conexión con el santo. Fueron muchos días caminando de noche y descansando de día, durmiendo al amparo de los árboles sobre pedazos de cartón, pero con la confianza de que el “Naza” cuidaba de él y de sus compañeros de viaje. Para él, la peregrinación es más que un simple viaje, es una reafirmación de su fe, un acto de gratitud y una búsqueda de esperanza.
“Luego de cinco o seis días de viaje, llegábamos a Portobelo, cansados pero felices de haberle cumplido al Cristo Negro, quien nos cuidó durante el viaje”, relató Raúl.
Esta experiencia ha sido transformadora y ha dejado una huella imborrable en su corazón y su espíritu, recordándole que la fe puede mover montañas y sanar heridas profundas. A pie o en bus, Raúl no deja de visitar al “Naza”, quien siempre guía su camino.