El Covid-19 ha desarrollado una nueva dinámica para la familia y el hogar. Pero aunque es un fenómeno global, hay sectores de la sociedad marginados de esa realidad.
Tal es el caso de algunos colonenses sin un núcleo familiar o que han sido tachados de él. Personas que cada noche se crean la fantasía de un hogar entre las paredes de un callejón; que no tendrían cómo procesar o almacenar una bolsa de comida, si les llegara; que sueñan con una cédula beneficiada, pese a que no poseen.
Andrés Solís, un taxista que ha puesto su atención en ellos, señaló a Mi Diario que “diariamente deambulan por las calles, como seres invisibles, más de 100 orates, para los que su condición se ha convertido en su salvoconducto”.
LEA TAMBIÉN: Buscan un taxi utilizado para perpetrar un crimen en Nueva Esperanza
A las autoridades no le importa “ni su sexo ni la hora en que salen. Sencillamente son transparentes para quienes hacen cumplir los horarios de circulación”, acotó.
Una mañana de marzo, prosigue relatando, “decidí salir con unas bolsitas de crema, para ofrecerles algo de desayuno”. La iniciativa fue secundada por un grupo de rehabilitados del centro católico REMEMI (Redimidos por la Medalla Milagrosa) y por las hermanas de la Caridad, que manejan un comedor en calle 4 Central y Meléndez, desde 1917.
El esfuerzo ha gozado de la simpatía de gran parte de la comunidad y aumenta cada día más.
LEA TAMBIÉN: Analizarán igualdad de género laboral durante pandemia por Covid-19 en Panamá
Gracias al apoyo de muchos sectores comerciales, hoy se reparten más de 80 almuerzos y han logrado variar y enriquecer el menú. Además, instauraron “El invitado del día”. El elegido es recogido de las calles para consentirle y acicalarle.
En el centro de rehabilitación se baña, le cortan el cabello, se viste con ropa limpia y se sienta a comer en un lugar dignamente acondicionado para él.
(Con información Ezequiel Gómez)