La pandemia del momento, el Coronavirus o Covid-19 es una enfermedad respiratoria causada por un virus que tuvo origen en la región de Wuhan, China, desde finales del año 2019. Es un nuevo virus reportado en humanos, familia de otros responsables de afectaciones pulmonares, tales como el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SRAS) originado en China, y Síndrome Respiratorio del Oriente Medio (MERS).
El Covid-19 tiene una forma de propagación por contacto directo entre enfermo-sano y respiración de partículas de saliva con carga viral. Mientras que en 2003 murieron 774 personas contaminadas por SARS, transmitido al ser humano por el consumo de carne de un gato de algalia; al MERS, en el 2012, se le adjudican 180 muertos en 12 países por contagio por murciélagos a camellos y de estos a árabes en Qatar, Arabia Saudita.
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Otro caso viral sucedió en 2009-2010 con una cepa de virus mutante entre ave-puerco-humano por lo que fue denominada gripe porcina, mejor conocida como H1N1, pandemia que mató al menos 18 mil personas, aunque es una cifra conservadora, según la Organización Mundial de Salud (OMS).
Al Covid-19 lo relacionan con un megaquiróptero, llamado zorro volador, es decir un murciélago de un metro de ala extendida, mucho más grande que los nuestros en América, que se distribuye solo en los continentes de África y Asia. Especies como estas fueron casi diezmadas en la vida silvestre por el consumo humano en 1974, llevándolos casi a la extinción, pero programas de conservación lo lograron salvar pese a la destrucción de sus hábitats.
A este murciélago se le ha relacionado como transmisor del Covid-19 al igual que a un mamífero terrestre escamoso, el pangolín, otro animal altamente cazado para alimentación en Asia. Ninguno de estos animales se encuentran en el continente americano, por lo que no hay que temer de nuestros murciélagos ni mamíferos silvestres en este aspecto.
La transmisión del virus con el ser humano ocurre en proceso de traspaso cuando existe un reservorio viral cargado, un animal que ha podido reaccionar bien en su defensa al virus, haciendo que el animal lo tolere en su organismo y el virus por defenderse multiplique severamente su tasa de replicación genética, esto lo hace potente al pasar a un siguiente mamífero. Si pasa por alguna razón al hombre, normalmente por consumo de carne silvestre de un animal infectado, el virus va tan fuerte que causa estragos, mientras el sistema inmune nuestro se adapta y lo combate.
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En Panamá se consume la carne de monte; sobre todo ñeque, conejo pintado, saíno, puerco de monte, venado, armadillo, entre otros, sin embargo, se desconocen patógenos actuales en el sistema de muchos de estos, o bien se ignoran aunque se conozcan. Tal es el caso del armadillo, un animal que ha sido diagnosticado desde hace mucho como portador de una bacteria que podría causar la lepra.
En muchas etnias indígenas del país, la carne de mono también es consumida, aunque ésta podría ser una de las menos recomendadas para su consumo debido a que guarda una relación muy cercana al hombre, siendo de nuestro mismo orden taxonómico “primates”.
Se ha reportado que situaciones que han podido propiciar la contaminación del Covid-19 en el ser humano pudo ser el mercado de animales de tráfico ilegal, de diferentes partes del mundo y mantenidos en condiciones deplorables de sanidad como el hacinamiento, el estrés, la presencia de heridas abiertas en los animales y la mezcla de orina y excretas, todo en el mismo sitio. La demanda de carne de monte en Panamá es desconocida, pero lo que podría recomendar es que nos tomemos un tiempo antes de decidir comer esta carne, sobre todo porque no hay estudios nuevos al respecto de sus posibles virus y no sabemos que puedan estar portando estos animales silvestres que son cazados ilegalmente y ofrecidos al mercado como carne “M” también denominada “carne misterio”.
Según la OMS se calculan unas 32 mil especies de vertebrados utilizados como fuente de proteína por el tráfico ilegal de especies, en Panamá esta cacería se da en diferentes lugares y debe ser minimizada.
Pero, ¿qué es un virus? En breves palabras, es un agente infeccioso de una sola célula que quebranta la línea de seguridad de la membrana celular del organismo hospedero (la víctima), y al entrar en dicha célula hace copiar su código genético repetidas veces para propagarse. Aunque los virus siempre han existido, no fue hasta 1892 que se descubre el primero por el biólogo ruso Dmitri Lósifovich Ivanovski, de la Universidad de San Petesburgo, Rusia. Esto dio paso al control de muchas epidemias en varias partes del mundo.
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En Panamá, la aplicación del conocimiento de virus se hizo muy útil para controlar diferentes epidemias que mataron mucha gente para la construcción del Canal de Panamá, y mucho de estos estudios se hicieron con base a investigaciones de medicina tropical relacionadas con la malaria y fiebre amarilla lideradas por científicos de Estados Unidos, Francia, Holanda. Carlos Finlay de Cuba, relacionó a un agente vector, un mosquito con la capacidad de transmitir el virus de la fiebre amarilla con su picada.
Seguidamente, William Crawford Gorgas erradicó criaderos de mosquitos en Cuba y Panamá, dando un paso por delante a la culminación del Canal de Panamá para 1914. No fue hasta 1951 que el Sudafricano Max Theiler descubre la primera vacuna para la fiebre amarilla y es reconocido con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina. Una vacuna es una porción de un material genético de virus, o un extracto bacteriano en suspensión que se inyecta en dosis controlada científicamente, al cuerpo humano para que nuestro sistema inmune se acople, lo reconozca y desarrolle genéticamente un bloqueo. Esto se ha logrado con poliomelitis, viruela, cólera, difteria, rabia, tuberculosis, entre otros. Panamá ha sido escenario de estudios de importancia tanto de virus como de otros tipos de afectaciones dentro de la llamada medicina tropical.
En 1926 se funda el Gorgas Memorial Laboratory de Panamá (GML) precedido por H.D. Clark y posteriormente por Lawrence H. Dunn, quienes realizan expediciones junto con su equipo de científicos en áreas como Pital de Puerto Armuelles, La Vaca, y en fincas de la Chiriquí Land Company, provincia de Chiriquí en 1929. Similares expediciones se dieron a las regiones boscosas de Atrato y Tuira, en la provincia del Darién, en busca de insectos chupadores de sangre como garrapatas y mosquitos, posibles vectores (transmisores) de virus de la malaria y fiebre amarilla.
Otros trabajos se hicieron colectando sangre de mamíferos, específicamente buscando protozooarios en sangre. Se realizaron trabajos de colecta de ectopárasitos en animales silvestres para conocer las enfermedades que pudieran afectar eventualmente al ser humano, relación que se le denomina zoonosis (zoon=animales; sis=enfermedad). En 1934, dirigidos por el director del GML, el doctor Dunn tomó muestras de tórsalos y gusano barrenador en la Cuenca del Canal y en la provincia de Darién, siendo este un problema común de miasis cerebral en humanos, registrando casos fatales y debido a infecciones de “gusano de monte” a los propios investigadores.
En 1954, en la Conferencia Internacional de Fiebre Amarilla en Washington D.C., Estados Unidos de América, cuando ya las afectaciones de fiebre amarilla de Panamá habían sido controladas, se hizo un recuento de los casos en diferentes partes de Latinoamérica y se reflexiono así: “Son muchas las actividades sanitarias que se abandonan cuando se piensa que se ha controlado una epidemia urbana, sin tomar en cuenta que sigue siendo amenazadora”, lo que nos recuerda que los estudios epidemiológicos y las actividades de vigilancia no deben cesar.
El doctor Fred L. Soper, declaraba que aquí en Panamá los animales silvestres son susceptibles, pero también puede observarse reacciones de inmunidad al aislar los virus. En 1968, el GML, hoy Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (ICGES), realizó los primeros reportes de parásitos en vida silvestres relacionados al grupo de helmintos, parásitos de estómago e intestino en las provincias de Colón, Chiriquí, San Blas y Panamá (Isla Barro Colorado), publicado por los investigadores Vernon Thatcher y James Porter.
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La destacada participación de trabajos como los del doctor Pedro Galindo, el doctor Eustorgio Méndez y Luis De Roux, entre otros científicos panameños, que en combinación y con esfuerzos de la Universidad de Panamá mantuvieron las colecciones de especímenes de referencia mundial tales como los de la Colección Zoológica Dr. Eustorgio Méndez (CoZEM) y los Museos de Vertebrados y de Invertebrados de la Universidad de Panamá, son claramente pilares de nuestras gestiones para estudiar y conservar nuestra diversidad biológica y poder aprender de ellas y de nosotros.

Más recientemente, el ICGES ha mantenido la dirección científica en los estudios de zoonosis en Panamá, al igual que las gestiones de investigación de inventario de especies, para poder conocer más a fondo otros posibles repertorios y vectores que podríamos no conocer y que se mantienen en estado natural de manera estable, pero que al talarse el bosque podrían salir de animales en donde están acumulados y causarnos serias afectaciones.
La Fundación Pro-Conservación de los Primates Panameños (FCPP) también brinda su parte con monitoreos a largo plazo de las poblaciones de primates no humanos del país y sus respectivas densidades poblacionales, así como un estudio sobre la biodiversidad de su entorno y complementando con educación ambiental. En nuestro caso, conocer una baja poblacional en un grupo de primates nos podría demostrar científicamente que algo esta pasando, ya sea una infestación viral o bien una alta tasa de cacería, en el cual colocaría a la población humana en alerta, ya sucedió así con la fiebre amarilla. El programa del ICGES también lidera un seguimiento en la región este del país para vigilar casos de mortalidad en monos aulladores y reconocer rápidamente un peligro tomando en cuenta que son los monos los primeros afectados en caso de existir un virus, sirviendo como especie centinela.
Nuestros gobernantes al igual que los del resto del mundo, tienen la responsabilidad de mantener activa la llama científica y proteger con ello a su población, pues nuestra historia basada en cada evento viral en el país, nos pone un pie por delante y nos demuestra que siguiendo lineamientos científicos la inversión vale la pena. Estudios recientes liderados por el ICGES en conjunto con el Ministerio de Salud (MINSA) y la Caja de Seguro Social (CSS) lo demostraron así una vez más cuando el hanta afloró para inicios del año 2000 en la región de Azuero. Se actúo rápido y la enfermedad cobró menos vidas de las que se hubiera podido perder, pero también nos hace reflexionar sobre el poco respeto que existe del hombre hacia la naturaleza.

El Síndrome Pulmonar Hanta (SPH) virus del choclo transmitido por roedores arroceros proliferó en Azuero, una de las zonas más deforestadas de Panamá y que en la actualidad practica la eliminación de depredadores naturales del ratón del hanta, tales como serpientes y felinos.
Nos olvidamos que somos parte de una cadena de vida, lo que hagamos para afectar a la naturaleza, nos puede traer consecuencias fuertes, cada vez que cortamos un bosque, estamos abriendo puertas que debemos tratar con respeto. La experiencia demuestra que es un error pensar que el “desarrollo” esta directamente relacionado con desmonte de bosque, sino más bien, debería estar relacionado con la armonía y equilibrio que brinda la naturaleza. Es un error pensar que el recurso natural es explotable a libre albedrío y sin consecuencias. Las evaluaciones de diversidad de especies, los estudios de calidad de agua, el sustento a los laboratorios, la inversión en el mantenimiento correcto de las colecciones científicas son cruciales así como la preparación de nuevos científicos.
La biología, disciplina madre de la medicina humana y de todas las relacionadas con la vida, ha demostrado ser una prioridad, y la hemos ignorado tal cual ignoramos las advertencias de evitar talar árboles nativos, cuidar a nuestros animales silvestres y recalcar los beneficios de un bosque como el de Panamá.
Hoy en día, bajo la presión de esta cuarentena Covid-19, Panamá podrá replantearse y reivindicarse con la naturaleza, y cada ciudadano consiente, líder de su comunidad deberá proteger su bosque, lo único que nos quedaría para abastecernos ante un colapso alimenticio mundial, velar por educarse para educar a otros en la comprensión de la naturaleza y su conservación, en aprender de los animales de forma respetuosa, en velar por ellos y en recordar sus aportes a nuestra vida, en fuente de alimento, en frutas, en sombra, en oxígeno, en ríos y lluvia, en tierra fértil y en animales dispersores, polinizadores y depredadores, todos funcionando en conjunto y sirviéndonos como apoyo de vida.
Por esta razón, el respeto a la naturaleza es un compromiso humano, uno aprendido hoy y que recordaremos por nuestro prójimo, para honrar a los seres que hemos perdido con esta pandemia, a los que se arriesgan ahora mismo en nuestras calles y hospitales, para decirle a la naturaleza, hoy lo prometemos, nuestro compromiso es perpetuo, por la vida.
Colaboración del biólogo Pedro Méndez-Carvajal