Muchos, cansados de estar en casa; otros, sin tener esa opción. En pleno centro de la ciudad, en las esquinas, bajo algunos puentes, o sobre algunas bancas, en parques, personas parecen acurrucarse entre el suelo frío y la calidez del cartón conque se arropan.
Hacen de un cartucho o de alguna bolsa, una almohada y algunos sin mascarillas ni gel alcoholado, dan la cara a la pandemia.
Son personas indigentes, también llamadas ‘habitantes de calle’ o ’personas en condición de calle', a quienes el mortal nuevo coronavirus acecha y a pocos parece preocuparles.
En una tarde lluviosa llegamos a conocer el Centro de Orientación San Juan Pablo II, de la Arquidiócesis de Panamá, en Calidonia, uno de los pocos lugares donde atienden a esta vulnerable población que no puede quedarse en casa, porque no la tienen.
Su director, Ariel López, nos habló desde la satisfacción del rescatar a una persona de la calle, hasta del dolor de perderla, víctima de la covid-19 o de complicaciones respiratorias. También de ancianos, que en medio de la pandemia, abandonaban a su suerte.
¿No han cerrado, pese a la pandemia?
“No hemos cerrado en ningún momento, a pesar de que, cuatro meses después de la llegada del virus a Panamá, (la covid-19) visitó el albergue”.
¿Entró el virus aquí?
“Sí. En nuestro albergue. Son 28 hombres que hemos rescatado de las calles, permanecieron tranquilos, pero llegó el momento en que se dieron las primeras manifestaciones o síntomas en ellos. Se monitoreaban diariamente, tenían su termómetro, su oxímetro, hasta que una mañana se dieron cuenta que habían 5 con fiebre. Inmediatamente los trasladamos al centro de salud y dos días después dan el resultado positivo de covid-19. Y así igualmente entonces se le hizo el hisopado a todo el albergue, por lo cual durante esos días permaneció cerrado para las visitas o el ingreso de nuevas personas”.
¿Siguen en cuarentena?
“No. Ya estamos recibiendo visitas. Ya pasaron más de sus 14 días. Lamentablemente, en medio de todo, falleció un señor de 77 años, que tenía complicación de cáncer”.
Sí uno murió. Y, aunque no diagnosticado con la covid-19, otro señor, de 63 años, también falleció. Solo. Nunca se supo de sus familiares. Ahora se hace una colecta para un sepelio digno.
“Era un señor que vivió debajo de un edificio por muchísimos años antes de ser rescatado. Dicen que fueron complicaciones cardíacas, pulmonares. Estamos ahorita en el trámite para enterrarlo. En este caso, algunas familias donde él vivía, personas del edificio, van a reunir dinero para poder darle la sepultura, se está haciendo una colecta y el centro también está aportando”, dijo López.
Explicó que “los demás se recuperaron brevemente, debido a que no solo utilizan drogas terapéuticas, sino medicinas naturales para lograr que ellos pudieran aumentar el sistema de defensa, así es que tuvieron pocas manifestaciones los demás, y recuperación breve, incluso personas ya de 85 años, que solamente tuvieron un síntoma, gracias a toda esta combinación de medicamentos naturales”, explicó López.
¿Como qué medicamentos naturales?
“Se reforzaron mucho los alimentos ricos en vitamina C, ricos en vitamina D, el zinc, el té de jengibre diariamente, mucha sopa de papa con un alto nivel de cebolla y ajo, con eso ellos permanecían durante el día y la mayoría pasó su cuarentena, cada uno con un síntoma diferente, pero sin complicaciones”.
¿Qué síntomas tenían?
“Algunos tuvieron fiebre, otros sencillamente una congestión, y otros, incluyendo mi persona, sin síntomas. Porque el personal que los atiende diariamente, incluyendo mi persona, el estudiante de psicología, también nos infectamos, porque éramos los que los trasladamos a cada uno de ellos a los hospitales y durante esos días también los estuvimos cuidando, estuvimos con ellos, no los dejamos solos”.
¿Cuántas personas en esta condición de calle existen en estos momentos en Panamá?
“De acuerdo a nuestras estadísticas hay unas 400 personas en situación de calle en Panamá. No solamente a nivel del distrito de Panamá, estamos hablando del distrito de San Miguelito, área norte, Oeste, ya que a pesar de que es otra provincia, tenemos allá un centro de atención y un albergue temporal para personas que vivían en las calles en el área de La Chorrera”.
¿Y estas personas cómo las filtran aquí?
“Aquí en el Centro de Atención del área 32 de Calidonia, ya ellos saben la rutina. Que hay un desayuno, un almuerzo y dos veces a la semana les vendemos la ropa de manera simbólica, donde ellos vienen y compran cada pieza a un centavo. Con eso lo vamos recolectando y compramos jabones para llevarles a las privadas de libertad en la cárcel de mujeres. Entonces, ellos ya están conscientes y no traen solo un centavo, sino que entonces traen muchos, diez, incluso algunos han traído hasta 50 centavos y al final hemos recolectado más de 100 dólares, las personas botan mucho los centavos. Con eso hemos comprado cajas de jabones para enviar a las cárceles”.
“Nosotros también le hacemos el corte de cabello durante toda la pandemia. Los barberos han utilizado todas las medidas de bioseguridad, el vestuario, gorras, mascarillas, guantes. Ellos ya saben la rutina”.
¿Y la cena?
“El desayuno y almuerzo es seguro. Cena, dependiendo. Cuando personas, familias, empresas, restaurantes que nos traen a donar alimentos nos llaman, los convocamos entonces para la cena”.
¿Dónde duermen?
“Sus lugares, sus refugios, son los parques y estructuras vacías que hay dentro de la ciudad y muchos buscan compañía para protegerse entre ellos”.
¿Se le ha dado algún tipo de atención especial en estos momentos de pandemia?
“Hemos estado muy atentos a ellos, especialmente los días de cuarentena total, ahora domingos, donde no van a encontrar un plato de comida, esos días son los que más estamos atentos”.
¿Por qué siente que la población de calle va a aumentar?
“Debido a que en Panamá no se ha trabajado fuertemente en la prevención del uso indebido de las drogas. Así es que actualmente no podemos decir que hay un plan integral, muchas veces hay movimientos, personas que se reúnen, pero no se llega a nada concreto con ellos... Además, de que no es fácil trabajar con ellos, es una población complicada, debido a que muchos se han acostumbrado a la calle, les cuesta esa herida profunda que tienen, en la voluntad de poder dejarse entrar a ese proceso de abstinencia de las drogas.
Este es un llamado a las autoridades, hay que buscar, ver, apoyarse en especialistas preocupados por esta situación, ver qué se puede hacer para poder ayudar, porque en su sufrimiento tienen el deseo de regresar a su vida normal fuera de las drogas, pero hay que trabajar duro y se necesita también el dinero para poder llevar esta atención”.
¿La mayoría tiene adicciones?
“De toda clase, hasta ludopatía (a los juegos de azar). Pero, no todo el que está en la calle es drogodependiente. También hay adicciones químicas, abandono y muchos de ellos sufren de trastornos mentales que no están relacionados a ningún tipo de adicción”.
¿Estas personas durmiendo en las calles con este riesgo, no están propagando el virus?
“Lo dijimos desde el principio. Antes de que se diera el primer caso en Panamá comenzamos a comprar termómetros, alcohol, gel, porque escuchamos que estaba cerca, comenzamos a tomar temperaturas y empezamos a notar todos esos síntomas, fiebre alta en ellos, los que están en la calle no podemos decir si les ha dado el virus. A algunos grupos pequeños le hicieron hisopados y salieron negativos. La verdad, se sabrá quizás en exámenes de sangre.
Pero sí, al darle a uno el virus, lógicamente se lo va a contagiar a los demás y estas personas andan por toda la ciudad, en la basura, buscando latas, pidiendo dinero, es una población de riesgo, que al ser contagiado uno, vamos a tener gente asintomática regando el virus por donde ellos siempre están”.
¿Es uno de los pocos centros que queda atendiendo esta población tan vulnerable?
“Desde el primer día que se dio el anuncio en Panamá de la llegada del virus, tomamos todas las medidas de bioseguridad dentro del centro y verificamos toda la población que estaba asistiendo aquí... Lo que hicimos fue atenderlos, ya no pueden entrar, sino que lo atendemos afuera de nuestros centros, pero hemos seguido ayudándolos en su alimentación, igualmente el desayuno, el almuerzo. Desde el principio le tomábamos siempre la temperatura a cada uno de ellos, le colocábamos gel alcoholada o alcohol en sus manos, para que vinieran a recibir sus alimentos”.
¿Qué diferencia hay entre una persona de condición de calle y habitantes de calle?
"Hemos clasificado en el centro las personas en condición de calle, son los que la familia les da un espacio para descansar, puede ser atrás en la casa, adelante, pero les dan un horario, se tiene que retirar a las seis de la mañana y regresar a las 7:00 p.m. Esa persona pasa muchas horas en la calle, buscando qué comer, de pronto qué consumir o qué hacer.
Las personas sin techo, nos llegan diariamente personas aquí con sus maletas, que han sido desalojadas de casas, porque ya no pueden pagar nada. Para nosotros es muy complicado, muy difícil tener que decirles a esas personas, no hay lugar.
Y el habitante de calle, aquel que ha buscado en la calle un refugio para drogarse, esconderse o estar en conjunto con otros compañeros en la calle".
¿Y el albergue?
“Al final en nuestro centro, con la motivación de la gobernadora Judy Meana, hemos abierto desde el 18 de mayo un albergue temporal, hemos adecuado unas instalaciones para 30 personas que ya estamos atendiendo con un programa integral, círculos psicoespirituales para el tratamiento de la enfermedad de la adicción”.
¿Cuáles son los requisitos para ingresar acá?
"Primero, que deben ser habitantes de calle. Recién abrimos recibimos más de 20 llamadas de personas que querían dejarnos a sus ancianos. Nosotros les dijimos que no, que era para población de calle, pedíamos que cuidaran a sus abuelos, contrataran a alguien, que no era justo que un abuelo, un papá fuera llevado a un albergue.
Le hacemos una evaluación, especialistas hacen una observación general de la persona, se le toma una muestra, una prueba para VIH, sífilis".
¿Cómo tratan la adicción?
“Un modelo nuevo que tenemos nosotros muy diferente a otros centro de desintoxicación en Panamá. Es un tratamiento diferente y ellos se sienten bien con lo que se está haciendo, es algo muy sencillo, nada pesado. En Panamá hay muchos centros de rehabilitación, pero no podemos llevarlos solo en el enfoque religioso. A pesar de que también somos religiosos, sino que hay que combinar la fe y la ciencia, la ciencia y la fe, para poder dar un tratamiento con evidencia científica para todas estas personas. Entonces, de lo contrario, lo que hacemos es agotar, entrar a un centro de rehabilitación y a los dos, tres días, tener recaídas”.
¿Se requiere la voluntad de la persona. Hay alguna historia de éxito, algún rehabilitado, algún final feliz?
“Sí. Ya tenemos cuatro años y hemos visto muchos testimonios, incluso, personas que están trabajando, que colaboran con nosotros, vivían en las calles. Cuando se abrió el centro éramos solo dos, tres personas, nos tocaba cocinar y de todo... y ellos llegaban. Los hemos enviando a algunos centros de desintoxicación que hemos pedido ayuda y han quedado incluso administrando nuestros centros, ellos viendo la logística diaria”.
Explica que personas que eran beneficiarios de ese centro, iban a alimentarse y luego terminaron donándole al centro, desayunos, almuerzos... Tal vez una situación difícil de sus vidas los llevó a la calle, ahora que trabajan no se olvidan de sus compañeros y llevan alimentos.
“Un señor que vivía en las calles, llegaba aquí, escuchaba las terapias y luego no vino más. Un día reapareció a dar las gracias, porque dijo que regresó a su casa, recuperó su familia, su esposa, su hijo, su trabajo, su profesión y que sus hijos lo respetan, lo quieren. Y testimonios así, de gran impacto, que llegan en momentos que tal vez nos sentimos agotados y uno dice, nombre no, a esto hay que meterle más ganas”.
¿Los interesados en ayudar, cómo pueden hacer?
“Primero, somos un centro católico, pero atendemos sin distingos de religiones. Hemos visto también muchas cartas falsas. Les aclaramos que en el Centro Juan Pablo II no enviamos carta, no pedimos dinero a nadie. Lo único es que los que desean ayudarnos se pueden comunicar con nosotros al 225-9571. Si es una donación económica es directamente a la cuenta corriente del Banco General, 03 7901 11 54 29 8, sin intermediarios, a nombre del Centro de Atención San Juan Pablo II. O también pueden visitar este centro en Calidonia que se ha convertido en centro de acopio para los demás centros”.
¿Qué pueden donar?
“Pueden traernos calzados, ropa, medicamentos básicos, bolsas para orina, muchos de los que viven en las calles necesitan calzados, sábanas. Lo que tengan, nosotros lo recibimos con alegría, lo distribuimos, lo regalamos a todos los que asisten a nuestros centros”, dijo López.
¿No todos son dependientes de drogas, qué otros casos hay, abandonados?
"Cuando empezó la pandemia se dio mucho lo del abandono de los ancianos. Tuvimos varias experiencias con señoras, señores que los dejaron en las calles...
No todo el que está en la calle es drogodependiente, hay muchos que sufren de algún tipo de trastorno mental, hay muchos esquizofrénicos que en su momento dejan de tomar sus medicamentos, comienzan a deambular por las calles. La familia no es que no quiera tenerlos, pero se les complica por la situación mental de ellos. Son muchos, lastimosamente pueden encontrarse con personas de mala voluntad que les hagan daño, les tiren cosas, a veces por estar en una esquina de sus edificio, rechazan al habitante de calle.
Hay quienes nos han dicho, estas personas no deben estar en esta calle, dañan la imagen de la barriada. Debemos tener un poco de paciencia y esperar una inversión grande que puedan hacer las autoridades.
Panamá no necesita un hospital pequeño de Salud Mental, sino hablar de un área grande, de una ciudad de salud mental, donde muchas personas puedan estar tranquilos y serenos y no en las calles".
¿Cree que las autoridades han hecho lo indicado con esta población en esta pandemia?
“Creo que por años, no veo un plan integral. Hay que invertir en la prevención. Sabemos que aquí en Panamá hay una Comisión Nacional contra el Delito relacionado con las drogas, donde hay un fondo que viene incluso del dinero del narcotráfico, situaciones de objetos incautados. Hay un dinero para hacer un trabajo preventivo y que por muchos años no se han puesto en acciones planes de prevención. Entonces, hay muchos jóvenes, porque atendemos a niños de 10 años en adelante, que vienen aquí a atenderse ya que empiezan con el consumo de la marihuana. Entonces, hemos visto durante estos años historia de niños que a los 12, 13 años ya entraron en el mundo de la cocaína, a los 18 años ya están en la calle consumiendo piedra. Entonces, no ha habido una inversión en la prevención. Ahora qué hablar de una inversión para el tratamiento de estas personas”.
TESTIMONIO
Contactamos a un exhabitante de calle, Nelson Espinosa, sobre su experiencia en el centro.
¿Y usted vivía en la calle?
“Sí. Pero no porque mis familiares no me quisieran, sino porque cuando uno está en la enfermedad de la adicción uno deja todo, casa, esposa, mamá, lastimosamente uno se olvida hasta de su madre. Es muy triste”.
Nelson, en medio de su testimonio, explicó a MiDiario.com, que un día en un momento de lucidez accedió al centro Juan Pablo II en busca de ayuda. Ya no quería vivir más en las calles. Lo ingresaron en un programa de desintoxicación y eso cambió su vida.
¿Cómo fue el cambio?
“Cuando salí de ese programa, empecé aquí en el Centro Juan Pablo II, me vine para acá y comencé recogiendo papelitos, recuerdo muy bien, luego barría por aquí, luego comencé a barrer las oficinas, luego comencé a pintar, luego comencé a desenvolverme en este centro como ayudante de cocinero, luego pasé a cocinero, después a conductor y hoy en día soy el asistente de Ariel López, el director del centro. Gracias a Dios que me ha dado la oportunidad de recuperarme, es un proceso, poco a poco, paulatinamente, tenemos cuatro años de estar trabajando en esto”.
Con sus terapias vivenciales, Nelson busca que cada uno de los que asisten pongan de su parte para poder salir de las drogas y el alcohol.
“Por eso es que hoy por hoy transmito el programa a todas esas personas que quieren salir de las calles. Gracias a Dios me ha dado la oportunidad de sacar a muchos jóvenes de las calles. Son personas que se han esforzado para poder lograr el objetivo de salir de las drogas y el alcohol”.
¿Para salir de la calle tuvo que tocar fondo?
“No es necesario tocar fondo. Ese es un gran problema. Porque aquellas personas que tocan fondo se pueden acomodar en el fondo. Se quedan allí en el fondo. Cuando tienen una recaída dicen, ya no más. Ya yo no puedo. Entonces, allí tiene que aprender a perdonar, a recibir perdón y a perdonarte a ti mismo para poder seguir adelante. Hay que recordar que este programa no es solamente psicológico, es psico espiritual. Es muy importante que todo el mundo sepa que sin Dios nosotros no podemos trabajar”, concluyó Nelson.
(Busque la parte II de este reportaje especial... Entre la covid y el hambre Parte II).