En medio del ritmo acelerado de la vida moderna, hablar de salud mental dejó de ser un tabú para convertirse en una necesidad urgente. Estrés, ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales afectan cada vez a más personas, sin distinción de edad, género o estatus social.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada ocho personas en el mundo vive con algún trastorno mental. En Panamá, los casos de ansiedad y depresión aumentaron significativamente tras la pandemia, y aunque la conciencia sobre el tema ha crecido, aún persisten barreras como el estigma, la falta de acceso a servicios y el desconocimiento.
La salud mental no es solo “sentirse triste” o “estar estresado”. Implica bienestar emocional, psicológico y social, y afecta cómo pensamos, sentimos y actuamos. También influye en la forma en que manejamos el estrés, nos relacionamos con los demás y tomamos decisiones.
El problema es que muchas personas siguen sin buscar ayuda, ya sea por miedo al qué dirán, por no saber a quién acudir o por creer que deben “ser fuertes” y aguantar en silencio. Pero ignorar las señales solo agrava la situación.
Especialistas recomiendan prestar atención a síntomas como insomnio, cambios de humor, fatiga constante, aislamiento, pérdida de interés en actividades cotidianas o pensamientos negativos recurrentes. Buscar apoyo profesional no es un signo de debilidad, sino de valentía.
En Panamá existen líneas de ayuda, centros de atención pública y privada, y cada vez más campañas de sensibilización. Sin embargo, aún falta invertir más en prevención, educación emocional desde las escuelas y ampliar la cobertura de servicios en áreas rurales y comarcas.
Hablar de salud mental no es una moda. Es una prioridad. Cuidarnos por dentro es tan importante como cuidar el cuerpo. Y en una sociedad que exige tanto, recordar que no estamos solos puede ser el primer paso hacia el equilibrio.