Ya todos los aspirantes a magistrados de la Corte Suprema de Justicia fueron entrevistados y la característica fue casi siempre la misma.
Gran cantidad de aspirantes con hojas de vida enormes como si fueran enciclopedias, que se creen preparados e indispensables para el sistema judicial, pero casi ninguno de los candidatos pudo transmitir humanismo y una decisión clara sobre una ética de acero a prueba de fuego.
Y la pregunta sigue siendo la misma: ¿Pueden los funcionarios del sistema mejorar su propio sistema?
Dice un refrán popular que caimán no come caimán y por ello la clave para el nombramiento de los dos nuevos magistrados de la Corte es la ética y la independencia.
Las entrevistas a los aspirantes son una experiencia buena, pero insuficiente. Los candidatos se la pasan pidiendo más presupuesto, elogiando a los comisionados que conocen o que tienen “pull” con el Ejecutivo, pero pocos presentan un plan sobre su visión y reforma del Órgano Judicial, que hasta ahora parece una agencia de empleos y de impunidad.


