Daryelis Denise es una joven panameña. Hace algunos años, justo antes de la pandemia, viajó a Israel a visitar a David, un amigo que había conocido a través de las redes sociales. Cuento corto se enamoraron y ella decidió quedarse a vivir allí con él, primero en el kibutz (granja agrícola colectiva) Kfar Aza y despues en Kissufim. Ambos ubicados en el suroeste de Israel a unos pocos kilómetros de la frontera de Gaza.
Aquel fatídico sábado 7 de octubre, por la ventana del cuarto vieron pasar por la puerta de su casa a varios terroristas de Hamas armados con fusiles AK-47. Lograron trancar la puerta y esconderse en el cuarto de refugio (tristemente en Israel toda casa debe tener un cuarto de refugio que está hecho con paredes más anchas y más concreto, para protegerse en caso de ataques de misiles) escuchaban los disparos y explosiones mientras recibían noticias y videos por WhatsApp que mostraban los actos salvajes de los terroristas en su propio Kibutz y en la zona cercana.
En medio de la terrible situación y cuando todavía le quedaba algo de batería al telefono, Denise mandó mensajes a su familia y en su estado de WhatsApp pidió que en caso de morir abrazaran a su familia y que si sobrevivía sería un milagro. Y el milagro ocurrió. El lunes por la tarde, después de estar dos días encerrados en su cuarto, el Ejército de Defensa de Israel pudo rescatarlos y llevarlos a un lugar seguro.
Esta semana conocí a David y a Denise. Estaban de visita en Panamá en una gira compartiendo su testimonio y los invitamos a dar una charla en la sinagoga. Fue verdaderamente conmovedor escucharlos. Había leído noticias, conversé con amigos en Israel, vi un sinfín de videos e imágenes desgarradoras, pero sin dudas oír el horror en primera persona fue terriblemente impactante.
Durante su presentación pude percibir el fluir de las emociones en la audiencia. Vi las caras de angustia cuando David contaba su frustrado plan de ir a volar cometas ese sábado, cometas que cruzarían a la Franja de Gaza como símbolo de paz. Sentí la tristeza profunda en el ambiente al escuchar a Denise hablarnos sobre la pequeña Avigail de 4 años, que pasó 50 días secuestrada y cuyos padres fueron asesinados por los terroristas, de quien fue su niñera; me emocioné cuando relataron el efusivo recibimiento de sus amigos del Kibutz al ver que estaban vivos, y me salieron lágrimas, como a la mayoría de los presentes, al ver la foto de la joven pareja junto a otra, sus mejores amigos y escuchar como un mes después se enteraron que no habían sido secuestrados por los terroristas, sino que habían sido asesinados el mismo 7 de octubre. Su casa había sido quemada y sus cuerpos estaban dentro. Fue necesaria la labor de un equipo de arqueólogos para encontrar e identificar los cuerpos.
Sin embargo, confieso que el momento más impactante para mi ocurrió antes de la charla. Cuando David y Denise llegaron a la sinagoga pasaron delante de la pared donde tenemos pegadas las fotos de los 240 rehenes que fueron secuestrado por Hamas en aquel terrible día (129 todavía siguen cautivos). Ese mural ocupa un lugar muy relevante en nuestro centro comunitario y tiene un valor simbólico. Es nuestra forma de solidarizarnos y reafirmar nuestro reclamo de que sean liberados. Vamos actualizando la información de los que fueron liberados y los que fueron asesinados. Sin embargo, al recorrer esas fotos con David y Denise vi como esas imágenes cobraban vida. “Esta señora era nuestra vecina, este señor era el director del Kibutz de al lado, esta niña venía al kínder donde yo trabajaba...” y posiblemente allí, escuchando el horror en primera persona, pude tener una percepción aún más profunda de la dimensión de la tragedia.
David y Denise cerraron su exposición con un mensaje de esperanza. Su mundo cambió después del 7 de octubre. Ya nada será como antes. A pesar de ello, su anhelo es poder regresar a su kibutz y reconstruir su hogar y también sus vidas.
