En la película Indiana Jones y la última cruzada, la tercera de la saga, el arqueólogo más famoso de Hollywood debe atravesar una serie de exigentes pruebas para encontrar el santo grial. En un momento crucial, descifra que debe avanzar pisando en cada una de las letras del nombre de Dios para no caer. “Jehová”, exclama al resolver el acertijo.
Sin embargo, Indi casi se cae al poner su pie en la letra jota. Pensé que era porque obviamente Jehová no es el nombre de Dios, pero en la película su error se debió a olvidar que la jota en español proviene de la iota en griego que es la letra i en latín. El héroe pasa de la I a la E a la H y así hasta el final superando la prueba. Les confieso que esa escena me resultó decepcionante.
Es que la primera aparición de Jehová data del siglo XVI (debieron tomar nota los guionistas de la película). Es una especie de invento del sacerdote William Tyndale quien realizó la primera traducción de la Biblia al inglés, y al encontrarse con las cuatro letras hebreas (sin vocales) que forman el nombre de Dios, decidió transliterarlo de esa manera. La Biblia del rey Jaime, publicada posteriormente y adoptada como texto oficial de la Iglesia de Inglaterra siguió ese enfoque y utilizó Jehová como nombre de Dios.
¿Cómo se llegó a esa situación?
En la Biblia Hebrea, cada nombre refleja la esencia de la persona o tiene un simbolismo o encierra una profecía. Mucho más el nombre de Dios que además se presenta de forma ambigua. Cuando Moisés le pregunta a Dios en la zarza ardiente quien lo envía a liberar a los esclavos israelitas, Él responde “Soy el que soy” o “Seré el que seré”.
“En la Torá, Dios es llamado de varias formas (Elohim, El Shaday, etc.), pero su nombre revelado se escribe con las cuatro letras hebreas YHWH (conocido como el Tetragrama). El tercer mandamiento prohíbe pronunciar el nombre de YHWH en vano, destacando por un lado la santidad del nombre divino y por el otro su potencial poder. De hecho, sabemos que mientras existió el Templo de Jerusalem, el Sumo Sacerdote pronunciaba el nombre de Dios por única vez al año en el ritual de la expiación en Yom Kipur, logrando así la absolución del pueblo.
Tras la destrucción del Templo en el año 70 E.C., el uso ritual del nombre de Dios cesó y su correcta pronunciación se perdió. En la lectura sinagogal de la Torá, donde el Tetragrama aparece 1419 veces, se reemplazaba el nombre de Dios por ‘Adonai’, que significa ‘Mi señor’. (La Vulgata, la traducción al latín de finales del siglo IV, utilizó ‘Dominus’, que también significa ‘señor’.“)
En la Edad Media, cuando se añadieron vocales a las versiones escritas de la Torá, las letras YHWH recibieron las vocales de ‘Adonai’ (EOA, la A inicial se convirtió en E por temas gramaticales) para recordarle al lector que en lugar del nombre inefable de Dios debía decir Adonai. Combinando las consonantes YHWH con las vocales EOA se formó la expresión YEHOWAH. Tyndale, sin saberlo, lo tradujo como Jehová en inglés.
Los investigadores modernos sostienen que la pronunciación adecuada es Yahweh. Hay quien sugiere que esa última e es muy suave, dando al nombre de Dios la forma de un suspiro o una exhalación. Esto fascina a los místicos.
Volviendo al judaísmo, debido al uso ritual del término Adonai, muchos prefieren no usarlo coloquialmente y optan por diversas expresiones, siendo ‘Hashem’, que significa ‘El Nombre’ la más popular.
Puede que el nombre de Dios siga siendo un enigma (avísenle a Indiana Jones), pero para las personas de fe Su presencia, aunque misteriosa y abstracta, es profundamente real y concreta.
