En estos días se celebran los días sagrados más importantes del calendario judío: Rosh Hashaná (Año Nuevo) y Yom Kipur (Día del Perdón o de la Expiación). Se trata de jornadas solemnes, con una carga emocional que acompaña la ceremoniosidad de las plegarias y una alta concurrencia en la sinagoga.
Rosh Hashaná no representa únicamente el inicio de un nuevo año; constituye también el día del juicio divino. Así lo afirma la Mishná, el primer código posbíblico del siglo III E.C., “En Rosh Hashaná cada criatura es presentada ante el Creador como un rebaño ante su pastor o como un regimiento ante su general para ser juzgado.”
El Talmud, que sigue a la Mikshná, enseña que el mundo y la humanidad fueron creados en Rosh Hashaná, por lo que al cumplirse un nuevo aniversario de esa creación corresponde rendir cuentas ante el Creador de lo que hemos hecho con nuestras vidas. En otras palabras, significa que nuestras acciones tienen consecuencias, que tenemos responsabilidad por como actuamos.

Según un sabio talmúdico, en Rosh Hashaná se abren tres libros ante Dios: Uno para los malvados consumados, uno para los justos perfectos y uno para quienes estamos en el medio. Los justos y los malvados son inscriptos de inmediato para la vida o para la muerte respectivamente, mientras que para los del medio su destino queda pendiente hasta Yom Kipur según su accionar.
Este concepto está plenamente integrado en la tradición judía. En Rosh Hashaná nos saludamos deseándonos ser inscriptos en el Sefer Hajaim, el Libro de la vida, terminamos la plegaria central de la liturgia pidiendo “ser inscriptos en el libro de la vida, bendición paz y sustento”, y al final de Yom Kipur expresamos nuestro anhelo de haber sido inscriptos y sellados en él.
Me gusta la idea que proponen algunos comentaristas de tomar esta idea de los libros como una metáfora más que como algo literal (después de todo la vida no funciona así, vemos justos sufrir y malvados pasándola bien). Esta metáfora contiene una noción muy valiosa pues destaca la importancia de nuestras decisiones y acciones a tal punto que tienen la capacidad de influir positivamente en el juicio de Dios.
Y así lo expresamos en una de las plegarias más emblemáticas de estos días sagrados. Dice el libro de oraciones: “En Rosh Hashaná somos inscriptos y en Yom Kipur queda sellado nuestro destino…, sin embargo, el arrepentimiento, la plegaria y las acciones de justicia social tienen el poder de modificar el veredicto divino.”
Estamos parados ante la presencia de Dios para ser juzgados. Él tiene ante sí los tres libros abiertos. No somos malvados ni santos. Somos personas comunes, con virtudes y defectos, con grandezas y miserias. Desde Rosh Hashaná y hasta Yom Kipur se nos abre la oportunidad de comenzar a ser una mejor versión de nosotros mismos. Tratemos de aprovecharla.
Mis mejores deseos para este nuevo año y que seamos inscriptos y sellados en el libro de la vida.


