Chiriquí llega a la temporada juvenil 2026 con la etiqueta de candidato serio al título y con la espina clavada de la final perdida ante Coclé en 2025. El grupo se ve más maduro, más trabajado y con una idea clara: dar el salto definitivo y levantar la corona.
Bajo el mando del exgrandes ligas Ángel Arístides Chávez, el equipo chiricano rozó la gloria el torneo pasado y ahora se presenta como uno de los planteles más completos del béisbol juvenil. El propio Chávez reconoce que el grupo ganó confianza y experiencia tras aquella Serie Final intensa y que este año el listón de la exigencia es mayor. Su mensaje al camerino es simple: jugar duro cada partido y demostrar que lo del 2025 no fue casualidad.
El cuerpo técnico viene trabajando desde hace tres meses, con varios juegos de fogueo ante la categoría mayor, Occidente y Bocas del Toro, puliendo detalles de defensa y fundamentos. La sensación interna es que el equipo está más equilibrado en todas sus líneas y que el trabajo acumulado debe notarse cuando suene el “play ball” el 3 de enero.
Un pitcheo de lujo como bandera
La gran fortaleza de Chiriquí vuelve a ser su rotación. El derecho Anthony Ortega, figura del staff el año pasado con 57 episodios y récord de 5-3, comandará otra vez el montículo como as indiscutible. A su lado, Jonathan Guerra aporta velocidad y potencia en el brazo, mientras que Andrick Martínez suma variedad de lanzamientos y temple para situaciones complicadas, conformando un 1-2-3 que se perfila como uno de los más fuertes del campeonato.
A este núcleo se le suman brazos de apoyo como Johan Camarena, que dan profundidad al staff y permiten a Chávez manejar mejor los juegos largos. El mensaje del mánager es claro: el pitcheo será la carta principal, pero necesita respaldo defensivo y ofensivo para que marque diferencia en la pelea por el título.
Bateo oportuno y jóvenes figuras
En la ofensiva, el nombre que más resalta es el de Abdiel Hernández, bateador versátil que en 2025 fue el más consistente del club con promedio de .358 a lo largo de las distintas series. También repite el antesalista Jahfir Núñez, pieza de experiencia que le da peso al medio del lineup y aporta liderazgo en los momentos cerrados.
Uno de los grandes focos de atención será el campocorto Jayko Medina, apenas de 15 años, llamado a ser una de las sensaciones del torneo. Con manos suaves, buen alcance y un brazo que ya despierta miradas, Medina combina energía juvenil con proyección seria, al punto de contar con un acuerdo para jugar béisbol profesional en 2027 con la organización de los Pittsburgh Pirates. Detrás del plato, el receptor Julio Avendaño completa esa columna vertebral que todo equipo contendiente necesita.
Un equipo parejo y una provincia con hambre
Chávez insiste en que la clave está en el equilibrio: buen pitcheo, defensa segura y una ofensiva que haga las jugadas de rutina y evite errores mentales. Para el técnico, más allá del discurso del título, la ruta pasa por ir día a día, conseguir primero la clasificación y luego pensar en el objetivo mayor: traer el campeonato a la provincia.
La final perdida dejó lecciones para todos, cuerpo técnico y peloteros, que ahora sienten el peso de unas expectativas más altas. La afición chiricana, fiel y exigente, empuja desde las gradas y el mánager no lo pierde de vista: reconoce el sacrificio del grupo, que se ha fajado sin importar la lluvia o el sol, y sabe que la provincia “tiene hambre” de un campeonato juvenil. La mesa parece servida; ahora falta que Chiriquí confirme en el terreno todo lo que promete sobre el papel.


