En una jornada que quedará grabada en los anales del automovilismo panameño, el rugido de los motores del Lamborghini Huracán pilotado por el intrépido Juan Diego Hernández resonó triunfante en el recién inaugurado Autódromo Panamá. Ante una multitud entregada de unos 10 mil fanáticos, Hernández conquistó con maestría el GT Challenge Gran Premio de Panamá, inaugurando la pista con un despliegue de habilidad y velocidad sin precedentes.
Desde el momento en que aseguró la pole position hasta cruzar la línea de meta en ambas mangas de la competición, Hernández demostró su dominio absoluto en la pista, estableciendo incluso un nuevo récord. Su victoria no solo le otorga el título en el Autódromo Panamá y la categoría GTS, sino que también promete emociones aún mayores para el futuro del automovilismo en la región.
El rugido del Lamborghini Huracán domina la pista en el Autódromo Panamá durante su inauguración, dejando a los espectadores maravillados con su velocidad y agilidad.“Este triunfo es para la fanaticada panameña, que nos ha brindado un apoyo inquebrantable durante todo el fin de semana”, declaró Hernández entre aplausos. Su gesta no estuvo exenta de desafíos, enfrentándose a una dura competencia representada por talentosos pilotos como el costarricense Gustavo Ortega y el guatemalteco Carlos Zaid, quienes ocuparon el segundo y tercer lugar respectivamente.
El nuevo circuito, ubicado en Capira y bordeando la majestuosa Campana, vio brillar también a otros protagonistas en distintas categorías. Desde la GTS Light hasta la V8, pasando por la emocionante TCR, cada competidor desafió los límites de la velocidad y la destreza en dos heats cargados de adrenalina y emoción.
Con una duración de 40 minutos cada uno y una parada obligatoria en pits, los bólidos surcaron la pista dejando estelas de pasión y dedicación. Mientras Hernández y su Lamborghini Huracán se alzaban victoriosos, otros nombres como Marco Vento de Puerto Rico y Max y Axel Schuberet de Panamá también dejaban su huella en el asfalto.
La jornada, más que una simple competición, fue un homenaje al poder del automovilismo como deporte y como espectáculo, atrayendo la atención de miles de espectadores ávidos de emociones fuertes. Con el eco de los motores aún resonando en el aire, el Autódromo Panamá se erige como un nuevo templo para los amantes de la velocidad, prometiendo futuras hazañas y emociones inolvidables en cada curva y recta del camino.


