Hace siete meses, cuando Lionel Messi, Luis Suárez y el Inter Miami pisaron Panamá, aquí se dijo que era una oportunidad dorada para reflexionar sobre el potencial del país como destino de turismo deportivo. La visita del astro argentino desbordó el Rommel, generó titulares internacionales y evidenció cómo el deporte puede ser un motor de atracción turística y económica.
Este domingo, en la Arena Roberto Durán, la historia parecía repetirse bajo otra escala, pero con igual proyección. Se trataba de la inauguración de la Copa Latina de baloncesto, con dos de las potencias más grandes del continente, Brasil y Argentina, además de la presencia programada de Donovan Mitchell, figura de la NBA y nieto de panameña. El marco era perfecto: espectáculo deportivo, figuras internacionales, atención mediática y un escenario que podía proyectar al país en la ruta de los grandes eventos.
Pero todo lo que podía salir mal, salió mal. La falta de agua en la ciudad, seguida de la ruptura de una tubería interna, terminó con un tabloncillo húmedo, camerinos sin condiciones y un aire acondicionado funcionando a medias. El resultado: jugadores que se negaron a arriesgarse en la cancha, delegaciones extranjeras decepcionadas y más de cinco mil aficionados que pasaron más de cuatro horas en un coliseo sin baloncesto, llevándose a casa únicamente frustración.
Este papelón no es menor. Es un reflejo del estado real del sistema deportivo panameño: obsoleto, débil en infraestructura y con una capacidad de respuesta que colapsa ante cualquier imprevisto. El golpe no es solo a la organización de un torneo amistoso, sino a la imagen internacional del país. ¿Qué dirán ahora en Argentina, Uruguay y Brasil sobre los panameños?
Y aquí entra el tema del turismo deportivo. Lo ocurrido en la Arena Roberto Durán no es simplemente un problema de mantenimiento, es un recordatorio de lo mucho que falta para consolidar a Panamá como sede confiable de grandes eventos. La AmeriCup de este año se celebrará en Managua, con una sola sede preparada para albergar partidos de nivel continental y con países como Canadá y Estados Unidos.
¿Por qué no en Panamá? Porque aún no hemos demostrado que podemos cumplir con los estándares mínimos de logística y organización.
En noviembre, Panamá recibirá la Copa América de béisbol, un nuevo torneo en la región y en marzo del próximo año, llegarán los Juegos Suramericanos de la Juventud, con miles de atletas y delegaciones internacionales. Ambos eventos demandan no solo estadios y coliseos en condiciones, sino una estructura que garantice confianza, seriedad y cumplimiento.
El fiasco de la Copa Latina debe ser visto como un punto de inflexión. O entendemos que el turismo deportivo se construye con planificación y excelencia, o seguiremos siendo noticia no por lo que ofrecemos, sino por lo que dejamos de cumplir.
Porque al final, tanto en el deporte como en el turismo, la primera impresión cuenta. Y la de este domingo fue, lamentablemente, una derrota como país.

