Benito volvió a romperlo y no solo sobre el escenario. La residencia musical de Bad Bunny en el Coliseo de Puerto Rico ha desatado un fenómeno sin precedentes, no solo artístico, sino económico. Según un estudio del Municipio de San Juan, el “Conejo Malo” le inyectará a la isla la asombrosa cifra de 377 millones de dólares, además de generar aproximadamente 3,642 empleos directos, indirectos e inducidos. ¡Puro perreo y plata!
Bajo el nombre “No me quiero ir de aquí”, esta residencia arrancó el 11 de julio con 30 funciones completamente sold out en tiempo récord. Fueron 400,000 boletos vendidos en solo cuatro horas, confirmando que Bad Bunny no es solo un artista, es un motor económico de escala mundial.
Pero más allá del dinero, el espectáculo tiene un efecto cultural y emocional. Para muchos, es más que un concierto: es una experiencia multisensorial que mezcla reguetón, trap y esencia boricua en su máxima expresión. “Una actividad económica sin igual”, declaró Daphne Barbeito, directora de Desarrollo Económico del Municipio de San Juan.

Y como si fuera poco, Airbnb registró un aumento del 140% en las búsquedas de alojamientos durante las fechas de los conciertos, en plena temporada baja. Hoteles llenos, taxis repletos, restaurantes a tope… todo gracias al poder de Benito.
Incluso en el ámbito académico, el impacto no se queda atrás: ya hay estudios lingüísticos, emocionales y bioquímicos que analizan las letras y la conexión emocional del público con su música. Sí, Bad Bunny es materia de estudio científico.
Con el lanzamiento de su disco “Debí tirar más fotos”, esta residencia marca un antes y un después en la historia del espectáculo latinoamericano. Y si algo ha dejado claro es que Benito no solo canta, también hace historia.


