La diputada Shirley Castañeda llegó lista para todo… menos para perder. En la instalación de la Asamblea Nacional, se paseó entre curules con un conjunto blanco de pies a cabeza, en un look que parecía más preparado para una coronación que para una votación. Entraba y salía por el lateral de la Asamblea hacer llamadas y hasta visitó al presidente José Raúl Mulino.
El traje, compuesto por un enterizo blanco entallado con mangas tipo kimono y adornos florales en los hombros, no pasó desapercibido. De lejos parecía una mezcla entre hada institucional y candidata con muchas expectativas. El detalle de los pétalos en los hombros fue lo más comentado, junto con su andar firme por el hemiciclo, como quien ya había ensayado su entrada triunfal.
Pero el guión no salió como lo planeado. Aunque su nombre sonó como aspirante a la presidencia de la Asamblea, al final se quedó viendo cómo otros alzaban la mano… y el cargo. Sin discursos ni aplausos, solo la cámara captó su salida del pleno, igual de blanca, pero con menos brillo.
A veces, la política no es cuestión de vestuario.