Cuando el cónclave inicie este 7 de mayo, la Capilla Sixtina volverá a ser epicentro de uno de los eventos más enigmáticos y solemnes de la humanidad: la elección del nuevo papa. Pero más allá de su rol en el Vaticano, este espacio, que data de finales del siglo XV, es una joya llena de historia, arte y secretos que pocos conocen.
Un techo que cuenta la historia del hombre
Entre 1508 y 1512, Miguel Ángel fue el encargado de inmortalizar en su techo una de las obras más admiradas del mundo: “La creación de Adán”. Este fresco, donde la mano de Dios casi toca la de Adán, se ha convertido en un símbolo universal. Sin embargo, pocos saben que el artista pintó acostado sobre andamios improvisados, en condiciones agotadoras que le provocaron problemas de visión y severos dolores físicos.
Un recinto reservado a los elegidos
Aunque millones de turistas la visitan cada año, en tiempos de cónclave, la Capilla Sixtina se transforma en un lugar hermético. Nadie puede entrar ni salir hasta que haya humo blanco o negro. De hecho, los cardenales hacen un juramento de confidencialidad absoluto. Incluso, en la actualidad, se instalan inhibidores de señales para impedir filtraciones.
De fortaleza a sala del juicio divino
Construida entre 1473 y 1481 por orden del papa Sixto IV —de quien toma su nombre—, fue inicialmente una fortaleza que buscaba proteger al Vaticano de posibles ataques. Su función cambió radicalmente hasta convertirse en el espacio sagrado donde se toma la decisión más trascendental para la Iglesia católica: Designar al nuevo sucesor de san Pedro.
La chimenea más observada del planeta
Cuando los cardenales emiten sus votos, el resultado se anuncia al mundo de una manera única: el humo que sale de una delgada chimenea. Negro, si no hay decisión; blanco, si hay nuevo papa. Esta tradición data de 1878, y aunque en el pasado era difícil distinguir el color, hoy se usan sustancias químicas para garantizar que no haya dudas.
Los frescos que narran la eternidad
No solo Miguel Ángel dejó su huella. Artistas como Botticelli, Perugino y Ghirlandaio también plasmaron historias bíblicas en sus muros. Estas obras, que relatan episodios desde Moisés hasta Jesús, acompañan cada elección papal como silenciosos testigos del devenir de la Iglesia.