A pocos días de cerrar 2025, Venezuela sigue prácticamente desconectada del mundo por vía aérea. Las conexiones internacionales desde y hacia el país se mantienen en su nivel más bajo, sin señales claras de normalización en el corto plazo, en medio de decisiones del Instituto Nacional de Aeronáutica Civil, controlado por el régimen de Nicolás Maduro.
Hoy, las opciones de vuelo regular son contadas. Copa Airlines conserva operaciones limitadas hacia Maracaibo, mientras que algunas aerolíneas venezolanas gestionan conexiones desde Colombia. El resto de las rutas internacionales permanece suspendido, dejando a miles de pasajeros atrapados, obligados a buscar trayectos con escalas interminables o asumir costos que se han disparado fuera del alcance de la mayoría.
Las restricciones se profundizaron tras las advertencias de seguridad emitidas por la FAA de Estados Unidos y la AESA de España, que provocaron la suspensión de vuelos de compañías como Iberia, Air Europa y Plus Ultra. A esto se suman las extensiones de suspensión anunciadas para enero de 2026 y las limitaciones impuestas por el propio gobierno venezolano a numerosas aerolíneas extranjeras.
El escenario se agrava en un contexto de tensión política y militar en el Caribe, con efectos directos sobre la movilidad, la economía y la vida cotidiana de los venezolanos, que ven cómo viajar se convierte, cada día más, en una misión casi imposible.


