Han pasado más de trece años desde que un devastador terremoto y posterior tsunami azotaron la costa noreste de Japón el 11 de marzo de 2011, dejando a su paso más de 20 mil muertos y 2 mil 500 personas desaparecidas. Entre ellas se encontraba Yuko Takamatsu, arrastrada por las aguas mientras trabajaba en un banco en la ciudad de Onagawa. Desde entonces, su esposo, Yasuo Takamatsu, no ha dejado de buscarla.
Ese día, Yasuo se encontraba en un pueblo vecino, cuidando de su suegra hospitalizada, cuando el desastre natural golpeó Honshu, la isla principal de Japón. La última señal de vida de Yuko fue un correo electrónico con un mensaje breve y desgarrador: “¿Estás bien? Quiero irme a casa”. Meses después, su celular fue hallado en el estacionamiento del banco con un texto no enviado que advertía: “El tsunami es desastroso”.
Durante dos años y medio, Takamatsu recorrió la tierra en busca de su esposa, hasta que en 2013 decidió aprender a bucear para explorar las profundidades del océano. Desde entonces, cada semana se sumerge en las aguas del Pacífico junto a su instructor Masayoshi Takahashi, quien lidera un grupo de voluntarios que aún buscan a los desaparecidos. En más de 600 inmersiones, Yasuo no ha encontrado a Yuko, pero tampoco ha perdido la esperanza.
“Quiero encontrarla, pero también siento que tal vez nunca sea descubierta porque el océano es demasiado grande. Pero tengo que seguir buscando”, confiesa el japonés en el minidocumental The Diver, dirigido por el estadounidense Anderson Wright, que retrata su inquebrantable amor y su conmovedora perseverancia.
La historia de Yasuo Takamatsu refleja el dolor de miles de familias japonesas que, más de una década después, siguen esperando noticias de sus seres queridos desaparecidos. Un testimonio de amor y esperanza en medio de una de las tragedias naturales más devastadoras de la historia moderna.



