Francia, conocida por su legado jurídico y cultural, ha hecho historia nuevamente al permitir lo que parecía imposible: un matrimonio póstumo. Esta inusitada práctica, que permite a las personas casarse con alguien que ha fallecido, se basa en una ley francesa que data de 1959.
La normativa, aunque poco conocida, establece que, en circunstancias excepcionales, una persona puede contraer matrimonio con un ser querido que ya ha muerto, siempre y cuando existan motivos de peso, como el hecho de que el fallecido hubiera expresado previamente su deseo de casarse o que el matrimonio se haya visto interrumpido por la muerte antes de su celebración.
El caso más reciente que ha causado un gran revuelo mediático es el de un hombre que solicitó la autorización para casarse con su prometida, quien falleció repentinamente antes de que pudieran llevar a cabo la ceremonia. Tras un extenso proceso judicial, un tribunal aprobó la solicitud, permitiendo el matrimonio póstumo.
La ley francesa fue creada en respuesta a un caso ocurrido en 1959, cuando una mujer solicitó casarse con su prometido que había fallecido en la guerra. Desde entonces, solo en circunstancias excepcionales y con la autorización del presidente de la República, se permite que alguien se case con una persona que ya no está entre los vivos. Este tipo de matrimonio no es una práctica común, pero ha generado gran interés y controversia a lo largo de los años.


