Álvaro Pombo ha recibido el Premio Cervantes de manos del rey Felipe VI en una ceremonia cargada de emoción y reflexión literaria. El autor de El metro de platino iridiado ha aprovechado su discurso para lanzar una crítica a los tiempos actuales, en los que, según él, “nos hemos convertido en ‘influencers’ y mercachifles”, olvidando, tal vez, la verdadera dimensión del ser humano y del arte.
Pombo, de 85 años, ha centrado su intervención en una profunda meditación sobre la fragilidad, un tema que conecta con la obra de Miguel de Cervantes y que, en palabras del propio escritor, “atraviesa nuestras vidas de forma ineludible, aunque queramos disfrazarla de éxito o fortaleza”.
“Cervantes nos enseñó que el héroe también se tambalea, que la locura puede ser sensata, y que la derrota no siempre es el fin”, ha dicho Pombo desde el paraninfo de la Universidad de Alcalá. Con un tono poético y cargado de ironía, ha contrapuesto la solidez de lo aparente —las redes sociales, la fama efímera, el ruido mediático— con la endeblez esencial del ser humano.
El acto ha contado con la presencia de destacadas figuras del mundo cultural y político, entre ellas el ministro de Cultura, que ha definido a Pombo como “uno de los grandes estilistas de la lengua española, comprometido con la libertad, la inteligencia y la complejidad del alma humana”.
El Premio Cervantes, considerado el Nobel de las letras hispánicas, reconoce la trayectoria de una vida dedicada a la literatura. En el caso de Pombo, es también un homenaje a su capacidad de transitar entre la novela, la poesía y el ensayo con una voz propia, siempre disidente, siempre lúcida.