El país más grande del mundo está enfrentando una de sus crisis más íntimas: su tasa de natalidad ha tocado fondo, alcanzando el punto más bajo en los últimos 200 años. Ante la inminente amenaza de una población envejecida y en declive, el Kremlin y sus aliados han sacado del cajón una serie de ideas que parecen sacadas de una comedia, pero que tienen un objetivo muy serio: hacer que los rusos tengan más hijos.
La propuesta más reciente vino de Georgy Arapov, diputado de la Duma cercano a Vladimir Putin. A sus 25 años, Arapov ha planteado la creación de un programa de “descanso sexual” al año, una especie de festivo nacional dedicado… al sexo.
“Para muchas personas, sería una oportunidad de detenerse, respirar, y alcanzar ese estado ideal para decidir tener un hijo”, afirmó Arapov, quien añadió que los solteros podrían aprovechar la semana para buscar pareja y comenzar relaciones estables.
Pero no es la única propuesta que se ha escuchado en Moscú. El Ministerio de Salud de Primorsy ya había sugerido, sin tapujos, que los empleados puedan usar sus descansos laborales —almuerzos y pausas de café— para mantener relaciones sexuales. El doctor Yevgeny Shestopalov incluso animó a la población a “procrear durante los descansos”.
Y hay más: se ha propuesto crear un Ministerio del Sexo para supervisar las iniciativas, pagar a las parejas 50 euros en sus primeras citas, y desconectar el internet y la electricidad entre las 10 de la noche y las 2 de la madrugada… para que no haya excusas.
Mientras tanto, el sacerdote y comunicador pro-Kremlin Andrei Tkachev ha sugerido un impuesto para los hombres que no tengan hijos. Y el ministro de Trabajo, Anton Kotyakov, pidió un estudio formal sobre la viabilidad de estas iniciativas.
Rusia enfrenta una batalla silenciosa que no se libra en los campos de guerra ni en los despachos diplomáticos, sino en las camas de sus ciudadanos. Y el gobierno parece decidido a encender la chispa… aunque sea a oscuras.