El distrito de Atalaya, en Veraguas, se vistió de fiesta y tradición este fin de semana con la celebración del XIV Festival de la Flor de Guate, un evento que arrancó con un colorido desfile folclórico, en el que participaron niños, jóvenes y adultos mayores, todos luciendo con orgullo sus atuendos típicos.
Más de 10 carretas y tunas a pie recorrieron las calles, animando a propios y extraños con tamboritos y cantos que pusieron a vibrar el corazón de la comunidad. El ambiente fue tan auténtico como solo sabe hacerlo el interior: familias enteras, visitantes de otras provincias y agrupaciones folclóricas se unieron en una jornada que demostró que nuestras raíces siguen más vivas que nunca.
La reina del festival, Nazareth Laura Mojica Aparicio, fue la encargada de cerrar el desfile, montada en una carreta bellamente decorada con diseños inspirados en la campiña interiorana. Su presencia dio el broche de oro a un desfile que dejó huella en todos los presentes.
El Festival de la Flor de Guate tiene raíces profundas. Nació en 1948, pero al año siguiente fue suspendido. Más tarde, en 1958 y 1959, volvió a tomar vida antes de apagarse nuevamente. No fue hasta el 2013 y 2014 que un grupo de educadores de Atalaya lo retomó, hasta que finalmente se consolidó un comité organizador que lo mantiene vivo hasta hoy.
“Es una tradición que nos recuerda quiénes somos y que no podemos dejar perder”, relató Jorge Portugal, miembro del comité organizador, quien destacó que cada edición suma más entusiasmo y participación popular.
La joya del festival
Un detalle que resalta en este evento es el aporte del orfebre atalayero Justorgio Zeballos, quien se inspiró en la flor de guate para diseñar una prenda que hoy adorna con orgullo a las empolleradas en su traje típico. Esta pieza se ha convertido en un emblema del festival y un orgullo artesanal de la región.
El Festival de la Flor de Guate es considerado un espejo de otros grandes festivales nacionales como el Festival de la Mejorana en Guararé, demostrando que Atalaya tiene la fuerza cultural para seguir marcando la pauta en la preservación de nuestras tradiciones.
En medio de tamboritos, polleras, carretas y tunas, Atalaya volvió a demostrar que el folclore no es cosa del pasado, sino un legado vivo que florece cada año con más fuerza.



