La manera en que estructuramos el tiempo y las fechas que marcamos dicen mucho sobre nosotros y nuestras prioridades. Cada cultura tiene su propia forma de contar el tiempo. De hecho, cada grupo y hasta cada familia posee su manera de destacar momentos relevantes, puntos de inflexión, así como comienzos y cierres de etapas. Esto es así para cosas importantes (sabemos que el primer domingo de mayo, cada cinco años hay elecciones en nuestro país) y para otras que para algunos podrían ser aún más importantes (cada año en septiembre comienza la temporada de futbol americano)
Como no podría ser de otra manera, el calendario judío – como cualquier otra forma de organizar el tiempo – tiene su propio ritmo e intenta guiarnos por la vida acorde al legado de nuestra tradición y sus valores.
La principal característica es que se trata de un calendario lunisolar (o solilunar) en donde la luna define los meses y el sol las estaciones. Los meses pueden ser de 29 o 30 días siguiendo el ciclo lunar (que dura 29 días y medio). La luna nueva marca el comienzo del mes y la luna llena el 15. Esta última es la noche más iluminada del mes, de allí que en ese día comiencen las celebraciones más importantes del año bíblico, la Pascua en el mes de Aviv, en la primavera del hemisferio norte y la Fiesta de las Cabañas, en el mes de Tishrei que marca el inicio del otoño.
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12 meses lunares conforman un año de 354 días. Esto genera una diferencia de 11 días con el calendario gregoriano o civil que dura 365 días y un cuarto por lo que es necesario hacer un ajuste para que las estaciones (basadas en el sol) se mantengas y las festividades se celebren en la época del año apropiada. Por eso, cada 2 o 3 años tenemos un año “bisiesto” o “preñado” que tiene 13 meses generando una dinámica en la cual las festividades judías caen siempre en fechas diferentes del calendario gregoriano, pero dentro de un rango de tiempo determinado.
Esta larga (y espero no muy aburrida) introducción viene a cuento porque dentro de unos días (más precisamente el domingo 25 en la noche) comienza un nuevo año del calendario judío, el año 5783.
Esta cuenta de los años se refiere al tiempo transcurrido desde la creación del mundo hasta nuestros días de acuerdo con el relato de la Torá (Pentateuco) y siguiendo con el resto de la Biblia Hebrea. Se trata de un conteo simbólico – no debemos tomar esa cifra como una verdad científica – que viene a reafirmar uno de los conceptos centrales de la festividad: el año nuevo es también el día del juicio divino. El “cumpleaños” del mundo conlleva la evaluación de sus criaturas.
La fiesta del año nuevo se llama en hebreo Rosh Hashaná (literalmente “cabeza del año”), dura dos días y tiene hermosas tradiciones, pero eso se los cuento la semana que viene.
