En pleno corazón de Colón, donde la música siempre encuentra un rincón para sonar, reaparece una figura que muchos consideran un tesoro viviente de la provincia:
Víctor Sinclair, el famoso pregonero que por años ha llenado las calles con su voz, sus melodías y esa chispa que lo vuelve inolvidable.
A su estilo, con ese ritmo que parece nacerle del alma, Sinclair recuerda su recorrido con una claridad que sorprende. Dice que su misión de vida siempre ha sido animar al pueblo, sin importar el lugar ni la ocasión.
“En matrimonios, fiestas, baby showers, velorios, entierros… donde me llamen, ahí canto”, cuenta entre risas mientras se acomoda su sombrero.
Su amor por el arte comenzó “aquí mismo”, como él repite, asegurando que desde sus primeras semanas de vida creció rodeado de música y sabor colonense.

En su primera esquina, según relata, tocaba calipso, pero con el tiempo descubrió que su verdadero oficio era cantar lo bueno, lo que alegra, lo que honra a Dios y lo que alimenta la cultura.
Pero entre anécdotas y recuerdos, hay un tema que le toca el corazón: Colón. Cuando le preguntan cómo sueña ver a su provincia, Sinclair no duda. Habla de un Colón lleno de amor, tranquilidad, mente positiva y trabajo.
“Colón no era así”, repite varias veces, recordando una época que describe como bella, bella, bella, donde caminar por toda la ciudad era sencillo y donde las cantinas —“una en cada esquina”— lo contrataban sin parar.
En su memoria todavía suenan los aplausos de esas noches. “Cantaba en todas las cantinas”, dice con orgullo. Y aunque reconoce que los tiempos han cambiado, también confía en que “Colón puede regresar”.
Sobre el futuro de la provincia, menciona que el presidente le ha dicho que vienen cosas buenas. No entra en detalles, pero deja claro que tiene fe. Incluso manda un saludo rápido: “Saludos para mi amigo Molino”.
Quien desee encontrarlo, asegura que siempre está en la calle 4 Central y Belén, o representando el turismo en el Proyecto 2000. “Soy uno de los últimos que queda”, comenta, como quien sabe que su oficio ya casi no existe.
Para cerrar, el pregonero hace lo que mejor sabe: cantar. Improvisa una melodía sobre su tierra, recordando que “Colón necesita atención”, que “la casa hay que tumbar”, “la calle hay que arreglar” y que hay que rescatar los espacios para los niños.
Termina con un verso que arranca sonrisas: “El que te canta es un cerdés… que Dios lo bendiga… Colón era así, era mejor que Chiriquí… soy sincero, te lo dice el pregonero”.
Y todavía le queda aliento para otra improvisación, esta vez dedicada a Fonda vs. Fonda de Mi Diario, donde invita a la gente a seguir la competencia, apoyar la buena comida y recorrer los restaurantes que participan en Colón.
Víctor Sinclair sigue ahí, pregonando, cantando y recordándole a Colón lo que fue… y lo que todavía puede volver a ser.





