Así como metemos a los pelaos en deportes y arte, también debemos enseñarles a manejar su plata. ¿Pero cómo?
Si son chiquitos, tipo primaria, hay que empezar básico: la plata no cae del cielo, hay que trabajar para ganársela y si gastas en una cosa, te queda menos para otra.
Llévalos al súper para que vean cómo tomas decisiones al comprar y entiendan la diferencia entre querer y necesitar. También puedes llevarlos a tu trabajo para que vean cómo te ganas el dinero.
Hagan una alcancía juntos y enséñales a guardar siempre una parte de lo que reciban.
Cuando estén más grandes, puedes darles una mesada, que es una cantidad de plata cada semana o quincena, con reglas claras: en qué pueden gastar y qué deben comprar ellos mismos. Y si se equivocan o se gastan todo muy rápido, que aprendan del errores.
Un truquito, haz una propuesta de tres frascos: gastar, ahorrar y compartir. Con ese último, anímalos a donar. Llévalos tú mismo a hacer la donación, para que vean el impacto real de su gesto.
Es bueno empezar con billetes y monedas. Después pásalo a digital y enséñales a revisar en qué se fue la plata.
En la adolescencia, pueden evaluar compras grandes y cuestionar: ¿vale la pena comprar esto?, ¿es un gasto, una deuda o una inversión? ¿puedo esperar o lo pago poco a poco?
Así pueden poner metas de ahorro y cumplirlas con disciplina. Puede ser para un vestido, ir a un concierto o un fondo de emergencia.
Si tienen una cuenta digital, pueden ver sus gastos y hacer un presupuesto. Pero ojo: aunque la app te diga todo, lo importante es conversar sobre cómo usan su plata y revisar juntos cada cierto tiempo.
También deben ir entendiendo cómo cuidar la plata en la casa y si tienen un dinero guardado, pueden mostrarles cómo podrían invertirlo: vender postres, accesorios o comprar algo que luego puedan revender, incluso hacer un negocio pequeño entre amigos. Lo importante es que vean que invertir es para todo el que se organiza y piensa a futuro.
Llegando a la adultez, comparte tus propios hábitos financieros, lo bueno y lo no tan bueno. Puede que al principio sea incómodo, pero esas conversaciones sinceras sobre deudas, hipotecas, impuestos o metidas de pata les van a servir muchísimo cuando les toque manejar su propia plata.
Si tuviste errores, no los escondas. Cuéntales qué aprendiste y qué habrías hecho distinto. Son las mejores lecciones.
Y anímalos a buscar trabajitos los fines de semana o en vacaciones. Nada que afecte sus estudios ni su desarrollo humano, pero que sí les ayude a entender el valor de ganarse su dinero.
Recuerda: al final no es solo hablar de plata, sino enseñar responsabilidad, paciencia y empatía.


