Si de algo podemos estar seguros a poco más de un año de las elecciones generales de mayo del 2024 es que la clase política -sobre todo la gobernante- que aspire a puestos públicos hará poco o ningún esfuerzo para competir en condiciones de igualdad.
Prueba de ello fue la total omisión a la disposición del presidente de la República que solicitaba a los funcionarios del Órgano Ejecutivo que correrán a cargos públicos poner sus puestos a disposición desde el pasado 15 de enero.
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Esa realidad obliga al resto de los ciudadanos, ya sea que se esté o no políticamente activo, a jugar un rol de supervisión permanente del buen uso de los recursos públicos y que estos no sean despilfarrados en clientelismo.
Muchas de las desigualdades que se vive en el país y que arrojan a la pobreza y marginación a parte de la población nacen de la política clientelar, y ese círculo vicioso solo va a romperse en la medida en que la sociedad decente juegue su rol demandando de sus autoridades, presentes y futuras, una forma distinta de hacer política.
