Los recientes operativos dirigidos a desmantelar redes de blanqueo de activos, donde están involucrados desde el vecino de al lado hasta reconocidas figuras de distintas esferas, nos dicen algo.
Por un lado está la penetración de las actividades delictivas en múltiples ámbitos, lo que no es un fenómeno local, sino global. Y lo segundo es hasta dónde están dispuestos a llegar muchos para satisfacer sus necesidades económicas básicas o lograr ingresos adicionales.
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El blanqueo de activos se les presenta a los involucrados de manera sutil, para convertirse luego en una actividad lucrativa. Es una forma delictiva con demasiada receptividad por parte de los ciudadanos, de allí que la tarea estatal debe estar dirigida a desincentivarla al tiempo que se ataca, como en efecto se viene haciendo.
Hay que reforzar los valores en la población, al tiempo que se hace docencia de qué es este delito, cómo se presenta y cómo se puede incurrir en él y las afectaciones que tiene en la convivencia pacífica de la sociedad.



