La rendición de cuentas es vital para toda administración pública y nadie puede estar exenta de ella.
Pero resulta chocante que una Asamblea Nacional corrupta, grosera, juega vivo, burocrática, nada transparente, politiquera, se crea con la autoridad moral y legal para exigirles rendición de cuentas a ministros y al resto de la población en medio de una grave crisis de salud.
Si bien es cierto los ministros están enredados de pie a cabeza, no tienen capacidad para comunicar, los diputados están lejos, pero muy lejos de representar genuinamente al pueblo y de querer aportar a la crisis que se vive.
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Todo el país sabe que cuando los diputados citan a un ministro terminan pidiéndoles partidas, nombramientos y “pull” para sus programas políticos.
Sin duda, la Asamblea Nacional, que se negó a discutir el descuento de salario para los funcionarios públicos y se gastó una millonada de dólares en planilla en plena pandemia, no tiene ninguna autoridad para pedir nada. Su cola de paja es tan grande que sus acciones son risibles y una jodedera.