La forma como se dio la reciente escogencia del Defensor del Pueblo es una nueva bofetada de la Asamblea Nacional a los ciudadanos en la forma como impone sus criterios.
Sin entrar a evaluar el perfil del seleccionado, reelecto para un periodo de cinco años luego de estar al frente de la entidad por seis meses, la forma en que se actuó en este proceso demuestra por qué, cuando de transparencia se trata, la forma es tan importante como el fondo.
El defensor del pueblo está llamado a jugar una posición de contrapeso en favor del ciudadano, y si hay un requisito sine qua non para que su labor sea creíble y efectiva es su total independencia del aparataje estatal.
Y lastimosamente, esta característica quedó en duda en la reciente elección, por lo que es muy improbable que de manera permanente los ciudadanos encuentren en esta entidad un aliado ante los frecuentes atropellos de los que son víctimas por parte del Estado.
Le queda a Eduardo Leblanc la tarea de demostrar su total independencia y que estará del lado de los ciudadanos.



