Vamos para atrás en todos los sentidos porque no se han mejorado las condiciones de los internos de las cárceles, pero lo que es peor, ahora los capos controlan pabellones y desde allá siguen con su negocio organizado y ya hasta matan a agentes policiales y enemigos cuando les da la gana.
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La respuesta de las autoridades es reaccionaria y demuestra improvisación porque no son las leyes y las grandes cárceles las que van a cambiar esta realidad, sino un sostenible programa de resocialización en el que toda la sociedad debe estar involucrada.
Si no se dan pasos concretos para cortar el poder del crimen organizado, ya no solo las cárceles serán peligrosas, sino las calles de todo el país, que irán perdiendo la paz y la convivencia pacífica que de seguro anhelamos todos los panameños.