La mayoría de nuestros barrios populares están secuestrados por la violencia y la venta de drogas.
La gente buena y trabajadora sobrevive en medio de esta realidad, ante la indiferencia de las autoridades y el silencio de los vecinos que apoyan con su conducta conveniente este tipo de convivencia tóxica.
Pero esto no es nuevo. Los barrios se han convertido en depósitos de gente del mal vivir que impone su ley de los robos, hurtos, balaceras, desorden, vicios, homicidios y muchas veces patrocinados por las autoridades porque están de brazos cruzados.
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Lo ocurrido recientemente el fin de semana en Los Andes #2 de San Miguelito no es nuevo. Un local hizo una pachanga masiva sin permisos y la Policía no se atrevió a parar el evento. ¿Tendría miedo político?
Y es que mientras impera le ley del más fuerte y la influencia política, las autoridades locales, distritales y nacionales no han diseñado un plan para demostrarle a la población que la diversión y el entretenimiento sano y familiar es más que un culeco vulgar con ruido, guaro y balaceras.