Solo hace poco más de un mes, la nueva junta directiva de la Corte Suprema de Justicia anunció que tenía una nueva vocería y que la relación con los medios era importante y por ello debía ser oportuna y transparente.
Pero la semana pasada tuvo su primera prueba de fuego, cuando se destapó que una funcionaria del Órgano Judicial era la que filtraba información a una pandilla del país y la primera reacción de la Corte fue tardía y encima aseguraba que ya la abogada no laboraba en el despacho de una magistrada.
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Solo tuvieron que transcurrir las horas para que la misma involucrada dejara claro que era una funcionaria en licencia hasta finales de febrero y que sí laboraba como asistente interina en el despacho de la magistrada de la Sala Penal Maribel Cornejo Batista.
Nadie estaba ni está diciendo que la magistrada es responsable de algún hecho, pero la Corte demostró una vez más que su silencio es endémico y que el estilo de Ayú Prado sigue enquistado en la cultura judicial porque lo primero que han debido hacer la magistrada y la nueva junta directiva de la Corte es aclarar frontalmente el hecho porque un comunicado es poca cosa para un tamal tan grande como este.



