Da pena que sean los de afuera los que digan qué está mal en nuestra casa. Pero no queda de otra.
La nueva embajadora de EE. UU. en Panamá tiene pocos días en nuestro país y en su primera aparición pública mandó un mensaje alto y claro: Lo que más preocupa a los panameños es la corrupción.
Sí, señora embajadora. Usted está clarita porque si este país tuviera un sistema judicial independiente no reinara la impunidad ni los políticos harían lo que les da la gana como pasa en la actualidad.
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Su preocupación es válida y ojalá que hasta donde pueda y tenga competencia contribuya para que nuestro país no sea un paraíso para los corruptos del sector público o privado.
Eso es lo mínimo que se espera porque lo que está en juego es la democracia y la institucionalidad de nuestro país y la de una región amenazada por la autocracia y la corrupción.
Tal vez el camino no sea fácil ni lleno de aplausos, pero si en esta batalla frontal contra los corruptos (no importa de dónde sean) se suma apoyo, por lo menos queda la esperanza de seguir luchando contra el monstruo de mil cabezas.