Con un clima de fiesta, cultura y tradición, se celebró con gran éxito el XIII Festival Nacional del Sombrero Pintao, un evento que destacó el trabajo y la dedicación de los artesanos que, con sus manos, mantienen viva una de las tradiciones más emblemáticas de Panamá.
Miles de visitantes se dieron cita en La Pintada, Coclé, para disfrutar de tres días de música, desfiles y, por supuesto, los famosos sombreros pintao, representando el orgullo nacional.

Entre las actividades más destacadas estuvieron las cabalgatas, el desfile de los mil sombreros, y las carretas adornadas con la colorida historia de esta prenda, que no solo es un accesorio, sino un símbolo de la identidad del pueblo panameño.
Sin embargo, los verdaderos héroes de esta festividad fueron los artesanos, quienes con su talento y paciencia hacen posible que esta tradición siga viva.
Uno de los nombres que más brilló fue el de Armando Hernández, un maestro sombrerero de la comunidad de Las Pozas, Penonomé, quien, a sus 54 años, continúa perfeccionando el arte que aprendió desde los 14 años. Armando destacó durante el evento, compartiendo su experiencia de más de 40 años en la confección de sombreros pintao.
“Cada sombrero que hago tiene una historia, una tradición. Mi trabajo es mi vida”, dijo Hernández, quien se enorgullece de hacer sombreros de alta gama que pueden alcanzar los mil dólares.

Gloria Lineth Hernández, otra de las artesanas destacadas, compartió su historia, que comenzó a los seis años, aprendiendo de su abuela y madre en la comunidad de El Jobo.
Hoy, Gloria no solo es una experta en el tejido de la crineja, sino también una embajadora de la tradición panameña, habiendo representado al país en el extranjero y llevado la cultura de La Pintada más allá de nuestras fronteras.
“Mi primer sombrero lo vendí por 65 centavos. No imaginaba que estaría aquí, celebrando esta tradición con tantos admiradores”, recordó emocionada.
El festival no solo fue una oportunidad para admirar la belleza de los sombreros, sino también para premiar la destreza artesanal de los participantes. Los concursos, entre ellos el de sombreros de tejido de crineja, fueron los más esperados. Los jueces evaluaron con meticulosidad la calidad, precisión y autenticidad de cada pieza, mientras el público se maravillaba ante el talento demostrado.
Además de la rica tradición cultural, el festival significó tres días de activación económica para los emprendedores y pequeños negocios locales, consolidando a La Pintada como un importante punto de encuentro entre arte, comercio y desarrollo comunitario.






