En medio del ruido de la ciudad y de los pasillos llenos de bata blanca del Hospital del Niño, hay un lugar donde las lágrimas se secan con abrazos y donde el cansancio se aligera con compañía.
Fundación Infantil Ronald McDonald/ ProgramasUn espacio donde, aunque el dolor está presente, la esperanza se alimenta cada día con un plato caliente, una cama limpia y el calor humano de quienes comparten el mismo camino.
Ese lugar es la Casa Ronald McDonald Panamá, un hogar temporal para familias que han dejado atrás sus comunidades, sus rutinas y muchas veces sus trabajos, para acompañar a sus hijos en tratamientos médicos prolongados.
Mi Diario/ Instalaciones de la fundación.Entre esas familias están Iris Hurtado de Hernández y Otmianis Edgardo Hernández, quienes desde hace más de un mes enfrentan una dura batalla junto a su pequeño Edgardo.
Su historia es la de muchos padres panameños: la de quienes, sin pensarlo dos veces, recorren kilómetros, enfrentan diagnósticos inesperados y, aun así, no pierden la fe.

“Para nosotros ha sido muy satisfactorio el respaldo de esta fundación. Nos han hecho sentir las cargas más livianas. Estábamos preocupados, desesperados… vivir tan lejos del hospital hacía todo más difícil. Aquí, todo cambió. Estamos cerca de nuestro hijo, podemos verlo cada día y acompañarlo de verdad”, cuenta Iris con voz entrecortada.

Antes de llegar a la Casa Ronald, la rutina era agotadora. Salían desde Capira, viajaban horas, a veces se quedaban unos días con familiares, otras veces regresaban sin dormir.
El cansancio físico se sumaba a la angustia emocional. Pero en esta casa encontraron un respiro en medio de la tormenta.

“Aquí hemos conocido a otras familias que están pasando por lo mismo. Nos hemos animado unos a otros, hemos llorado juntos, reído juntos. Esto es más que un hospedaje, es una familia”, relata Otmianis, mientras recuerda las noches en que otros padres se acercaron simplemente a escuchar, a compartir un café o a dar un abrazo silencioso.
“A veces creemos que son detalles pequeños, pero cuando uno está en este proceso, cada gesto se siente como una caricia al alma”, agrega Iris.
Un mensaje desde el corazón
La historia de Edgardo comenzó con una fiebre persistente, visitas médicas sin respuestas claras y un diagnóstico que cambió todo: le detectaron síndrome hemofagocítico, una enfermedad poco común y potencialmente mortal en la que el sistema inmunológico se descontrola y empieza a atacar por error las propias células del cuerpo, provocando inflamación severa, daño en órganos vitales y alteraciones en la sangre.

Hoy, tras semanas de tratamientos intensivos, sus padres celebran cada pequeño avance con esperanza.
“Cuando vemos a nuestro hijo evolucionar, entendemos que también influye cómo estamos nosotros. Aquí hemos podido descansar, llorar, respirar y recargar energías. Lo que sentimos se lo transmitimos a él. Por eso, esta casa no es solo un lugar físico… es parte de su recuperación”, dice Otmianis.

“Aquí nos recordaron que también hay que cuidar al que cuida. Si nosotros nos derrumbamos, ellos también lo sienten. Esta casa ha sido ese abrazo que necesitábamos cuando más solos nos sentíamos”, concluye Iris, con los ojos brillantes.
Deseos compartidos
Al cerrar su historia, la familia Hernández comparte un deseo que va más allá de ellos:
“Ojalá más familias puedan encontrar este refugio como nosotros lo hicimos. Que nunca falten las manos amigas, los voluntarios, ni las personas que hacen posible este lugar. Porque cuando estás en este proceso, un techo, una cama y un abrazo sincero pueden significar la diferencia entre rendirse o seguir adelante”.

La Casa Ronald McDonald seguirá abriendo sus puertas y su corazón. Y mientras las familias cruzan sus umbrales con el miedo en una mano y la fe en la otra, este hogar continuará siendo esa caricia invisible que sostiene, que acompaña y que nunca suelta.

Un abrazo que se extiende más allá de las paredes
La directora ejecutiva de la Fundación Infantil Ronald McDonald Panamá, Yajaira Steele, explica que desde hace diez años este programa ha acompañado a más de 10,500 familias, ofreciéndoles alojamiento, alimentación y, sobre todo, acompañamiento emocional.
“La Casa Ronald es más que un lugar donde dormir. Es un espacio que cuida también a los cuidadores. Sabemos que para que un niño sane, su familia necesita estar fuerte, acompañada y cerca”, afirma Steele.

La casa cuenta con 26 habitaciones y múltiples áreas comunes donde las familias pueden cocinar, compartir, descansar y encontrar alivio en medio de la incertidumbre. Las estadías varían según el tratamiento de cada niño: algunas duran semanas, otras, como en el caso de los Hernández, se prolongan por meses.
Cada día, voluntarios, empresas y aliados se suman para brindar talleres, actividades recreativas y comidas preparadas con cariño. Son gestos que parecen simples, pero que para padres como Iris y Otmianis representan un abrazo en medio del dolor.
Con iniciativas como la Casa Ronald McDonald, el Carrito de la Hospitalidad y las Salas Familiares, la Fundación Infantil Ronald McDonald Panamá continúa expandiendo su compromiso con las familias que enfrentan momentos difíciles en los hospitales del país.

Además, el próximo 17 de octubre se celebrará una nueva edición del Gran Día, una jornada solidaria en la que el 100% de las ventas de la hamburguesa Big Mac en todos los restaurantes McDonald’s del país se destinarán a la Fundación y a otros programas benéficos.

