Panamá es un país pequeño, pero desde sus inicios viene luchando contra el centralismo. Primero fue con la colonia española, luego con Colombia y ahora los panameños del interior tienen que luchar con el centralismo del Gobierno, porque la descentralización solo fue un cuento de camino.
Hasta para que los escuchen, los interioranos tienen que venir a tomarse las plazas de la capital o trancar salvajemente la Panamericana.
Los proyectos hacia el interior son pocos y nuestras provincias no despuntan porque no hay un plan de desarrollo para cuidar su naturaleza y hacer progresar sus comunidades.
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Da tristeza que este país, que se puede recorrer de canto a canto en un solo día, no pueda tener comunidades campesinas prósperas y con desarrollo social sostenido.

Hasta ahora regiones como Azuero, el oeste y Chiriquí muestran progresos, pero los proyectos públicos y privados son escasos y tardíos y así no se va a desarrollar el interior, que en pandemia también sufre del olvido y la poca inversión.