Cuenta la memoria que, mucho antes de que Panamá tuviera himno “oficial”, ya había una melodía rondando los patios de las escuelas y los desfiles cívicos. La compuso el maestro Santos Jorge, un español avecindado en el istmo, y el pueblo la bautizó como “Himno Istmeño”. Era sencilla y solemne, perfecta para abrir actos y cuadrar el paso. Tanto gustó, que empezó a sonar como si ya fuese nuestra carta musical de presentación.
Llega 1903 y con la Separación nace la República. En los primeros actos diplomáticos, cuando tocaba anunciar a Panamá, no había qué pensar: sonó aquella misma música querida.
HIMNO ISTMEÑO
El 25 de diciembre de 1903 William Buchanan, primer embajador y representante de Estados Unidos en Panamá, fue a presentar sus credenciales ante la Junta Provisional de Gobierno y nuestro país no tenía himno nacional como lo exigía el protocolo usual.
Santos Jorge A. propone que para dicha ocasión se interprete el Himno Istmeño (con letra de Juan Agustín Torres, quien fue el secretario de Instrucción Pública Departamental del Gobierno de Colombia, y música de Santos Jorge A.), lo cual fue aceptado, ya que la canción era apoyada por el público en general.
Luego de este hecho, don Santos Jorge A. conversó con Jerónimo Ossa E. para que le compusiera letra al Himno Istmeño.
El resultado se estrenó con gran simbolismo el 3 de noviembre de 1904: la música conocida de siempre, ahora con versos que el público aprendió a tararear con rapidez. Había nacido, en esencia, el Himno Nacional.
El Estado, prudente, primero lo adoptó de manera provisional en 1906 acorde a la Ley 39. Se habló incluso de concursos y alternativas, pero ninguna canción logró desbancar a la que ya vivía en la memoria colectiva. Con los años, la costumbre se volvió convicción, y la convicción, ley: la Constitución de 1941 lo consagró como Himno de la República de Panamá. Después vendrían normas para su correcta interpretación y respeto —entre ellas la Ley 34 de 1949, más tarde actualizada—, afinando ceremonias, horarios y usos.
Desde entonces, cada izada, cada acto escolar, cada gol de la selección que pone la piel de gallina, vuelve a ese pacto original: música de Santos Jorge, letra de Jerónimo Ossa.
Lo que empezó como canto escolar se hizo voz de pueblo y, con el tiempo, símbolo jurídico. Y así, de 1890 y tantos hasta hoy, el himno ha sido el mismo latido: un recordatorio de que la patria también se construye cantando al unísono.
En la Constitución de 1941, es incluido un artículo donde se toma de manera definitiva el llamado Himno Nacional, la más gloriosa melodía que tiene nuestra patria.
CUÁNDO Y DÓNDE DEBE INTERPRETARSE
En actos solemnes y oficiales del Estado su interpretación es obligatoria.
Es obligatorio cantarlo (letra y música) en conmemoraciones del 3 y 28 de noviembre, toma de posesión presidencial y actos culturales, científicos y deportivos análogos.
Radios, televisoras y medios informativos por internet deben difundirlo al inicio y cierre de su programación; si operan 24/7, deben pausarla a las 6:00 a.m. para difundirlo.
En centros educativos (oficiales y particulares) es obligatorio entonar sus notas y cantarlo en el acto cívico.


