La ex reina de belleza Liz Baila rompió el silencio con unas declaraciones llenas de sinceridad sobre el impacto emocional que puede generar el cuerpo de una mujer tras el embarazo, especialmente frente a los juicios sociales, incluso de personas cercanas.
En las historias de instagram, Liz compartió cómo ha sido su proceso de aceptación postparto, recalcando que cada cuerpo es diferente y que no todas las mujeres regresan a una “figura idealizada” después de tener hijos.
“Hay gente que queda muy flaca, hay gente que queda muy gordita. Hay gente que tuvo sus hijos a los 20 y pico, hay gente que tuvo sus hijos a los 30 y pico, todos los cuerpos son diferentes”, expresó con honestidad.
Liz, quien ya está pensando en un segundo embarazo, reconoció que no siempre se siente “fabulosa”, y que ha recibido comentarios hirientes, incluso de su círculo más cercano:
“Lo más duro del caso es cuando estos comentarios vienen de gente cercana a ti… Tengo un círculo cerrado precisamente para evitar eso, pero a veces es inevitable. Te pueden hacer sentir mal, pero hay que seguir adelante porque la vida continúa”.
La joven también agradeció los mensajes de apoyo de sus seguidores, señalando que aunque la maternidad viene con momentos de inseguridad, lo verdaderamente importante es la salud de su hijo y la suya.
“A veces uno no se siente fabulosa. A veces los demás te lo dicen y tú como que, bueno, gracias. Pero yo me siento feliz y agradecida porque mi hijo está sano y porque yo estoy sana. Si estás gordo o flaco, eso se puede arreglar en el camino”.
Más allá de las redes
El testimonio de Liz Baila abre un espacio necesario para reflexionar sobre la presión estética que enfrentan las mujeres tras el parto. Durante el posparto, muchas experimentan cambios físicos drásticos como aumento de peso, estrías, piel flácida, alteraciones hormonales que impactan directamente en su autoestima. A eso se suma la expectativa social de “recuperarse rápido”, una exigencia que ignora las diferencias biológicas, los contextos personales y las emociones involucradas.
Aceptar el cuerpo en su nueva forma tras dar vida es parte de un proceso de amor propio, resistencia emocional y empoderamiento, que muchas veces se ve afectado por juicios ajenos, como los que denunció Liz. Su valentía al compartir esta experiencia contribuye a normalizar la diversidad de cuerpos posparto y a fomentar una mirada más empática hacia la maternidad.


