Lejos quedaron aquellos días en que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, acusaba a Ricardo Martinelli de que “chuzaba los teléfonos de sus opositores. Recibió sobornos de Odebrecht; era amigo de Uribe y era el anfitrión de la cita de los hijos de Uribe con Odebrecht y los nule”.
Martinelli, por su parte, le recomendaba al expresidente Laurentino Cortizo que “le ponga un bozal al presidente Petro porque ese señor está hablando demasiadas cosas que no debe sobre Panamá. Él cree que todavía somos un Estado que pertenecemos a Colombia”; incluso, llegó a sugerirle a Cortizo que cuando fuera a las Naciones Unidas “lo ponga en su lugar”.
Pues todo eso quedó atrás, y ahora el mandatario colombiano le otorgó asilo político a Martinelli, condenado a más de 10 años de cárcel por lavado de dinero por el caso New Business, y este, ni corto ni perezoso, salió de Panamá con rumbo a tierras paisas el sábado, en medio de la oscuridad de la noche y sin que nadie pudiera impedirlo.
“Feliz y contento porque estoy ya en Bogotá, donde recibí asilo político al ser un perseguido político. Mil gracias al Gobierno colombiano y al presidente Gustavo Petro por haberme concedido dicho asilo político”, escribió el exmandatario en sus redes sociales al llegar a su destino, a la vez que agradecía al Gobierno de Nicaragua, en cuya embajada en Panamá estuvo refugiado durante 16 meses.
Parece que las diferencias entre Petro y Martinelli son cosa del pasado y ahora entre ellos reina la paz.

La Cancillería, por su parte, subió a sus redes sociales un comunicado informando la salida de Martinelli; sin embargo, luego lo bajó, y por último lo volvió a subir.
En tanto, el gobierno colombiano justificó la concesión del asilo en su “tradición humanista de protección a personas perseguidas por razones políticas”, conforme a la Convención sobre Asilo de 1928 y la Convención sobre Asilo Político de 1933.
Lo que no queda muy claro es por qué cuando a Martinelli se le concedió el salvoconducto para que pudiera viajar a Nicaragua se hizo todo un despliegue mediático que terminó con el exgobernante con las maletas hechas y Rosario Murillo diciendo que no lo iban a recibir, y en cambio, en esta ocasión, Martinelli salió sin hacer ruido.