En Panamá, cada 14 de agosto no solo se habla de un anfibio bonito, sino de un verdadero símbolo nacional que está dando la batalla más importante de su historia: sobrevivir.
La rana dorada (Atelopus zeteki), con su brillante piel amarilla y su fama mundial, se ha convertido en bandera de la conservación, pero también en un recordatorio de que incluso los tesoros más valiosos pueden desvanecerse.
Este pequeño anfibio no es cualquier sapito curioso. Es un guardián del equilibrio natural, controlando poblaciones de insectos —incluyendo moscas—, lo que habla de la buena salud de los ecosistemas donde vive. O más bien… donde vivía. Porque desde 2007, los expertos temen que la rana dorada esté extinta en estado silvestre.
En tiempos pasados, era común encontrarla en sitios como el Parque Nacional Altos de Campana en Panamá Oeste, el Valle de Antón y el Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera en Coclé. Hoy, su hogar natural se ha reducido a laboratorios y centros especializados que luchan por darle un futuro.
Entre esos guardianes destacan el Proyecto de Rescate y Conservación de Anfibios de Panamá (PARC), del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, y la Fundación Centro de Conservación de Anfibios del Valle (EVACC). Antes de su desaparición en la naturaleza, estos equipos salieron al campo para recolectar ejemplares y formar colonias reproductoras. Ahora, bajo condiciones controladas, evitan que enfermen, se reproducen y cuidan de que no haya problemas de endogamia que pongan en riesgo su genética.
Pero, ¿Qué pasó para que llegáramos a este punto? Según Eric Núñez, jefe del Departamento Nacional de Biodiversidad del Ministerio de Ambiente, las amenazas son varias: la quitridiomicosis —un hongo mortal que ha devastado anfibios en todo el planeta—, la pérdida de hábitat por deforestación y urbanización, la contaminación de ríos y quebradas por pesticidas y fertilizantes, los incendios forestales y, por si fuera poco, el tráfico ilegal que la convirtió en trofeo para coleccionistas.
Y mientras la ciencia pelea por rescatarla, la biodiversidad panameña sigue dando sorpresas: en 2021, los biólogos Abel Batista y Milan Veselý descubrieron en la frontera una nueva especie, la rana arlequín Atelopus fronterizo, prueba de que aún quedan misterios por revelar en nuestros bosques.
Así que hoy, cuando se celebre el Día Nacional de la Rana Dorada, no será solo una fecha para tomarse fotos con una rana de peluche. Será un recordatorio de que este tesoro amarillo necesita más que aplausos: necesita acción.

