Este domingo no habrá uniforme ni turnos, solo familia.El Teniente Alexis Guevara, próximo a jubilarse tras 29 años de incansable servicio en la Policía Nacional, vivirá uno de los pocos Días del Padre que podrá compartir plenamente con sus hijos. Una fecha que durante años se le escapó entre radios encendidos y botas de guardia, hoy se transforma en un poderoso símbolo de legado, orgullo y unión inquebrantable.
En entrevista exclusiva con Mi Diario, el teniente Guevara rememoró con profunda emoción aquellos días lejanos en los que sus hijos eran apenas unos bebés de cuatro meses cuando él ingresó a la institución. Ahora, tras casi tres décadas marcadas por la disciplina y el sacrificio, dos de ellos —Alexis y Abdiel— han elegido seguir sus pasos, formando parte también de las filas policiales.
“Me sentí orgulloso cuando me dijeron que querían entrar. Yo no se los pedí, fue su voluntad. Y como padre, ver que mis hijos siguen el camino del servicio es algo que no se puede explicar con palabras”, confesó el oficial, con la voz cargada de sentimientos, desde su puesto en la Policía de Niñez y Adolescencia.
Guevara no duda al hablar de cómo separa sus dos mundos: “En la casa somos padre e hijos. Aquí en la Policía, por jerarquía, ellos me saludan como su superior. Pero siempre les devuelvo el saludo, con respeto y cariño. Si me los topo en la calle y toca llamarlos la atención, lo hago también como superior, aunque después en casa vuelva a ser papá”.
El primero en seguirle los pasos fue Alexis Guevara, con nueve años dentro de la institución. Asegura que la figura de su padre fue más que un ejemplo: fue su norte. “Me motivó verlo trabajar, llevar el sustento a la casa con esfuerzo. Me dije: si él pudo, yo también puedo”, compartió con convicción.
Su hermano Abdiel, de igual edad y con ocho años de servicio, recuerda con nitidez el peso simbólico del uniforme: “Ver a mi papá salir temprano uniformado y después ver a mi hermano entrar fue lo que me impulsó a seguir el mismo camino”.
Ambos coinciden en que los momentos más significativos no son las medallas ni los ascensos, sino esos instantes cotidianos —turnos compartidos, deportes, trabajo codo a codo— donde el uniforme se funde con el amor fraternal y el ejemplo paterno. “Lo más bonito es poder estar aquí con mi papá y mi hermano, y saber que somos parte de lo mismo, con respeto y unión”, dijo Abdiel, con los ojos brillando de emoción.
Para el teniente Guevara, lo más difícil no ha sido el peso de los años o los retos del cargo. Lo verdaderamente duro ha sido aceptar que este camino llega a su fin, no por falta de fuerzas, sino por la inevitable llegada de un adiós. “Son 29 años de servicio, con sacrificio, honradez y compromiso. No es fácil decir adiós”, dijo con la voz entrecortada.
Pero sus hijos tienen claro que su legado apenas comienza. Cada paso que dan dentro de la institución es una prolongación viva de su historia. Porque más allá del rango y de los años, Alexis Guevara deja una herencia que no se mide en medallas, sino en ejemplo.
Durante la entrevista, ambos hijos miraron a su padre, ya no como a un superior, sino como al hombre que forjó su camino. Y dejando a un lado los rangos, los saludos y los protocolos, le dijeron, con el corazón en la mano:“Te amamos, papá. Eres nuestra guía, nuestra inspiración y el alma de esta familia que también viste de azul”.