Mientras batallaba con dos peligrosos enemigos mortales, su cerebro se aferraba a la vida tratando por fin de despertar de ese mal sueño.
Felicidad. Annett a su salida de la sala de UCI en Santiago.Los pronósticos médicos para Annett Belloso eran desfavorables. El hantavirus y el coronavirus habían invadido su cuerpo y querían arrebatarle la vida a sus 44 años de edad.
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Fueron 23 largos días en los que peleó con la muerte, mientras permanecía en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Luis “Chicho” Fábrega, ubicado en Santiago de Veraguas. Es la única panameña por el momento con este doble padecimiento.
Annett, oriunda de Soná, cree que contrajo el virus en su trabajo, en el hospital Dr. Ezequiel Abadía, donde desde hace nueve años se desempeña como secretaria de enfermería.
La historia de esta mujer comienza el 11 de marzo del 2020, cuando acude al cuarto de urgencias del hospital donde trabaja con síntomas de fiebre y dolor en el cuerpo. En ese momento los médicos pensaron que era una infección en los riñones, por lo que le recetaron medicamentos para tratar esta afección.
Los malestares continuaron al siguiente día y eran más fuertes. La fiebre persistía y alcanzaba los 38 grados. Los dolores en el cuerpo eran insoportables, la falta de aire se agudizaba y cada vez se le dificultaba más respirar.
En ese momento los médicos tratantes deciden dejarla hospitalizada para realizarle una serie de estudios, exámenes de laboratorio, ultrasonido, radiografía, para así determinar y saber qué estaba pasando con Annett, pues su condición de salud estaba cada vez más comprometida.
Annett cuenta que durante horas de la mañana y parte del mediodía de aquel 14 de marzo, su condición de salud comenzó a empeorar.
En Soná. Junto al padre Tadeo, del Santuario San José.Preocupados por ello, el médico internista Marcelo Cianca y el anestesiólogo Espinosa le informan que deberían entubarla para ayudarla a respirar, ya que el oxígeno no le estaba funcionando.
“No me dejen morir”, fueron las palabras que Annett recuerda haberle dicho al doctor Espinosa, pues tenía un hijo de 14 años y tenía que velar aún por él. A lo que él le respondió: “No se preocupe, usted no se va a morir”.
Fue allí cuando cerró sus ojos y en su mente rezó la oración que Dios nos enseñó: el padrenuestro. De allí no supo más nada. Quedó inconsciente durante 23 largos días.
Según le cuentan los médicos hoy a esta sobreviviente, ellos se llevaron una gran sorpresa cuando llegó procedente del centro médico Dr. Ezequiel Abadía al hospital Luis “Chicho” Fábrega. Y es que los médicos ya sabían que ella era una paciente contagiada de hantavirus, pero al hacerle la prueba de covid-19 jamás se imaginaron que también saldría positiva con este peligroso virus.
Ante este crítico escenario, los hombres de ciencia concluyeron que solo un milagro de Dios podía levantarla de la cama del hospital. Ambos virus eran altamente peligrosos para su salud le y provocaron dos infartos, uno de ellos de casi 15 minutos, que los doctores y especialistas de salud invirtieron en las técnicas de resucitación para traerla nuevamente a la vida.
Eran pocas las probabilidades para una persona con este diagnóstico, ya que estos dos virus atacaban uno de los órganos principales, como son los pulmones.
Fue un milagro
Veintitrés días duró la larga batalla, y el 6 de abril Annett por fin abrió los ojos. Hasta el sol de hoy concluyen que es un milagro de Dios.
Según los doctores, no tenía esperanzas de sobrevivir y fue ese día con la última esperanza por parte de los doctores que ella logró vencer a la muerte.
Ya habían programado que ese 6 de abril le realizarían una traqueotomía como última opción para salvarla, pues no podían tenerla mucho más tiempo en un coma inducido.
Mujer luchadora. Desde hace 9 años trabaja en el hospital Dr. Ezequiel Abadía, como secretaria de enfermería. Foto/CortesíaMilagrosamente, como todos dicen, sucedió todo con ella, dos días después de abrir sus ojos, los médicos le quitan todos los tubos a Annett y comienza a respirar por sí sola. De allí la trasladaron por cuatro días a la sala de covid-19 para su recuperación, para luego ser llevada a un hotel, donde pasó 31 días más lejos de su único hijo y de su familia.
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Hoy, mucho más fortalecida y con un testimonio de vida, puede decir que el coronavirus y el hantavirus se juntaron para llevársela, pero gracias al cuidado médico y a las oraciones de sus 13 hermanos, sus conocidos y sus amigos salió victoriosa de esta dura batalla.
Annett les mandó un mensaje a los panameños: “Que se queden en casa, por favor, esta lucha no ha terminado. Ahora mismo estamos en una guerra con un desconocido que no se puede ver, pero que ha causado a la fecha mucho dolor y tristeza en un sinnúmero de familias. Solo aquel soldado que se mantenga en su casa será quien gane y el que más resista. Pongamos un poquito de nuestra parte, pensemos en nuestras familias, solo así ganaremos esta batalla”.



