Durante un recorrido por la Avenida Central con motivo del Día de las Madres, realizamos un sondeo para conocer los mensajes y los regalos que suelen recibir las madres en esta fecha.
Lo que parecía una dinámica sencilla terminó convirtiéndose en un compendio de historias profundas y sinceras que reflejan las distintas realidades que atraviesan quienes caminan y trabajan en este emblemático punto de la ciudad.
La primera voz que nos marcó fue la de Milvia, una madre y buhonera que día tras día sale a buscar su sustento a través de sus ventas. Nos recibió con una sonrisa de fortaleza, de esas que hablan de resistencia, cansancio y amor al mismo tiempo.
Mi Diario recorre las calles de La Central para conocer las historias detrás del Día de las Madres.Cuando le preguntamos qué era lo que siempre recibía en el Día de las Madres, su respuesta dejó un silencio rotundo alrededor: “Soledad”.
Explicó que sus hijos y familiares están ocupados con sus propias vidas y que, aunque los ama profundamente, casi no tienen tiempo para ella. Milvia no mencionó flores, perfumes ni obsequios materiales. Su carencia más grande no está envuelta en papel de regalo, sino en la ausencia de un gesto sencillo: “Yo solo quiero un abrazo dijo. Nada más”, expresó.
Y aun así, su mensaje para sus hijos fue lleno de ternura y lealtad: “Que los quiero mucho, que eso nunca lo duden. Todo lo que he hecho ha sido por ellos, y lo seguiré haciendo hasta el último día de mi vida”.
Mientras avanzábamos por la avenida, nos encontramos con Liz y su madre, quienes realizaban mandados juntas. Liz, intentando contener las lágrimas, expresó lo que su mamá significa para ella:
“Gracias por no rendirse nunca… Ay, si la miro, lloro. Que recuerde que yo la amo todos los días. Siempre que pueda ayudarla, lo voy a hacer. Gracias por apoyarme siempre. Y por hoy, que ando enferma, y ella fue a acompañarme a la universidad y ahora a este mandado".
Liz se conmueve al agradecer a su mamá por nunca dejarla sola, incluso en los días difíciles.Una relación que reafirma que, para muchas madres, la presencia vale más que cualquier obsequio.
La jornada también nos llevó a conversar con doña Vilma, una adulta mayor que respondió con humor cuando le preguntamos qué regalo suele recibir:
“Camisones”, dijo riendo. Pero ahora no salen muy buenos, se gastan rápido. Por eso uno necesita varios para el año.
Desde lo práctico hasta lo emocional, cada respuesta construyó un mosaico distinto.
El recorrido incluyó también la voz de Henry, un joven venezolano que, entre pregones, aprovechó para enviar un abrazo a su mamá a la distancia y felicitar a las madres panameñas:
“Que tengan un excelente día todas esas mujeres hermosas. Que Dios me las bendiga. Que celebren como tienen que celebrar”.
Por otro lado, también hubo personas que prefirieron no hablar. Miraban al horizonte con nostalgia. La ausencia de una madre también se vive en silencio, y ese dolor silencioso fue parte del paisaje humano de la jornada.



