Hasta hace poco, cuando se hablaba de delincuencia en Panamá, la mayoría pensaba en hombres.
Hoy, esa imagen se tambalea. En las últimas semanas, las autoridades han capturado a varias mujeres ligadas a delitos de alto calibre, dejando claro que las faldas también delinquen... y no de juego.

En San Miguelito, una figura del bajo mundo apodada “Mota Negra” cayó con un arma calibre 40 en mano y su proveedor cargado.
Fue capturada en pleno sector 29 de Veranillo durante un allanamiento que también dejó tras las rejas a otro ciudadano con presunta droga. Ella, con rostro de hielo, no soltó palabra. Pero los indicios hablan solos.
Mientras tanto, en la turística zona de Amador, otra pareja fue capturada por hurtar a turistas guatemaltecos. La dama, junto a su pareja, fue llevada ante el juez por llevarse pertenencias ajenas como si fuera lo más normal del mundo.

En la provincia de Los Santos, dos jovencitas de 20 y 21 años fueron aprehendidas tras estar supuestamente involucradas en un robo armado. Una tenía en su poder otra arma de fuego, municiones, aparatos tecnológicos y efectivo. La otra también guardaba evidencia relacionada al crimen en Sabana Grande. Según las autoridades, no fue un asalto al azar, sino algo bien planeado.


Pero si de plan frío hablamos, la reina de la estrategia es “Mamba Negra”. Marlenis Lizeth Ábrego Bernal usaba las redes sociales para enamorar a sus víctimas, citarlas y entregarlas a sus cómplices, entre ellos su pareja, Joel Navarro. A punta de pistola les quitaban todo: carros, celulares, dinero, tarjetas... y las claves. Luego vaciaban las cuentas con una sangre fría que asombra. Ambos enfrentan cargos por robo, asociación ilícita y fraude con tarjetas.

Y la cosa no termina ahí. La Policía del Metro de Panamá también hizo lo suyo: en las estaciones 5 de Mayo y Los Andes cayeron dos mujeres más, una por estafa y otra por delitos contra la fe pública. La verificación digital no falla.


El panorama es claro: las mujeres no solo están participando más en delitos, sino que algunas ya lideran estructuras delictivas. Las autoridades lo saben. Lo ven. Y ahora lo enfrentan.
Mientras la justicia avanza, la pregunta queda en el aire: ¿Qué está llevando a estas mujeres a sumarse —o incluso liderar— el crimen en Panamá?