La noche escondió a los asesinos y la madrugada destapó el horror.
En la comunidad de Nuevo México No. 1, en Sabanitas, la muerte se sentó a esperar a un hombre conocido como “Cochito”, de 52 años. Cuando caminaba por una zona sombría conocida como Bambú, varios encapuchados lo sorprendieron.
Sin mediar palabra, descargaron contra él una ráfaga de plomo. El eco de los disparos rompió el silencio… y su cuerpo quedó tendido, desangrándose bajo la oscuridad.
Lo llevaron de urgencia a la policlínica Don Laurencio Jaén Ocaña, pero ya era tarde. Su alma se había desprendido del cuerpo minutos antes de las 2:00 a.m.
Ahora, su cuerpo reposa en la morgue judicial, esperando la necropsia mientras la Policía busca a los fantasmas que jalaron el gatillo.
Justicia para Terri
Pero la sangre no es nueva en Colón. El mismo día en que “Cochito” era despedido por la muerte, la justicia firmaba el castigo para otro crimen igual de salvaje: el homicidio de “Terri”, un menor de apenas 17 años, asesinado el 6 de marzo de 2021 en Altos de Los Lagos.
Según el expediente, el ahora condenado actuó con otro compinche, emboscó a “Terri” y le disparó a matar, uno de los tiros directo a la cabeza. El joven cayó sin oportunidad de defensa.
Tras años de investigaciones y una fiscalía que no bajó la guardia, el Tribunal de Juicio no tuvo dudas. Lo declararon culpable y lo sentenciaron a 20 años de prisión, más cinco años adicionales sin poder portar armas. Una pena que no devolverá a “Terri”, pero que al menos cierra un ciclo de impunidad.
En Colón, la vida se apaga con el chasquido de una bala. Y aunque una parte de la justicia se va cumpliendo, la muerte sigue caminando sin frenos en este rincón del país.