El término cervalgia proviene del latín cervix (cuello) y del griego algia (dolor), y se refiere al dolor en la región cervical, es decir, en el cuello. Aunque puede parecer un malestar leve o pasajero, la cervalgia es una de las causas más comunes de consulta médica y fisioterapéutica, especialmente en personas que trabajan muchas horas frente a una computadora o mantienen posturas inadecuadas.
¿Qué es la cervalgia?
La cervalgia es un dolor localizado en el cuello que puede variar en intensidad: desde una molestia leve hasta un dolor punzante o incapacitante. A veces se presenta de forma aislada, y en otras, se extiende hacia los hombros, la cabeza, los brazos o la espalda alta.
Este dolor puede ser consecuencia de una tensión muscular o reflejar problemas en las vértebras cervicales, los discos intervertebrales o los nervios que pasan por la zona.
Síntomas de la cervalgia
Los síntomas más habituales incluyen:
Dolor o rigidez en el cuello, sobre todo al girar o inclinar la cabeza.
Sensación de pesadez o tirantez en la parte posterior del cuello.
Dolor que puede irradiarse hacia los hombros, los omóplatos o los brazos.
Dolor de cabeza (cefalea tensional) asociado a la contractura cervical.
En algunos casos, hormigueo o entumecimiento en las manos o brazos.
Cuando el dolor es intenso o se acompaña de pérdida de fuerza o sensibilidad, es importante acudir al médico, ya que podría tratarse de una compresión nerviosa o hernia cervical.
Según su duración y características, se clasifica principalmente en:
Cervalgia aguda: aparece de forma repentina, generalmente por una contractura o esfuerzo brusco. Dura pocos días o semanas y suele mejorar con reposo y tratamiento básico.
Cervalgia crónica: persiste más de tres meses y puede deberse a degeneración articular, malas posturas mantenidas o estrés repetitivo.
También puede describirse como cervicalgia mecánica (por esfuerzo físico o postura) o cervicalgia neuropática (por irritación de un nervio).
Causas más frecuentes
Las causas de cervalgia son diversas. Algunas de las más comunes son:
Mala postura: pasar mucho tiempo frente a una pantalla o dormir en posiciones incómodas.
Tensión muscular: producto del estrés o ansiedad.
Traumatismos leves: como el llamado “latigazo cervical” tras un accidente de tránsito.
Artrosis cervical: desgaste de las articulaciones del cuello con la edad.
Hernias discales cervicales: cuando un disco intervertebral presiona una raíz nerviosa.
Enfermedades inflamatorias o infecciosas: menos frecuentes, pero posibles causas.
El tratamiento depende de la causa, pero las opciones más comunes incluyen:
Medicamentos: analgésicos, antiinflamatorios o relajantes musculares.
Fisioterapia: masajes terapéuticos, ejercicios de estiramiento y fortalecimiento.
Aplicación de calor local: ayuda a relajar los músculos tensos.
Corrección postural: uso ergonómico del escritorio o del celular.
Ejercicio moderado: mantener movilidad y tono muscular adecuados.
Terapias complementarias: acupuntura, yoga o técnicas de relajación.
En casos graves, puede requerirse tratamiento especializado, como infiltraciones o cirugía, especialmente cuando hay compromiso neurológico.
PREVENCIÓN
La mejor forma de prevenir la cervalgia es mantener una buena postura y adoptar hábitos saludables en la rutina diaria. Es importante evitar encorvarse o mantener la cabeza inclinada durante largos periodos, ya que esto genera tensión en los músculos del cuello. También se recomienda ajustar la altura del monitor o utilizar un soporte adecuado para portátiles, de modo que la pantalla quede a la altura de los ojos.
Dormir con una almohada que mantenga el cuello correctamente alineado con la columna ayuda a reducir la presión cervical. Además, realizar pausas activas y estiramientos frecuentes cuando se trabaja frente a una computadora contribuye a relajar la musculatura y prevenir molestias.


