Las rodillas son una de las articulaciones más importantes del cuerpo, pero también una de las que más sufren. No solo permiten caminar, correr, saltar o agacharse: son clave para mantenernos en movimiento. No es casualidad que los problemas en esta zona estén entre las principales causas de consulta médica, tanto en atención primaria como en especialistas.
Un golpe, un movimiento brusco, el exceso de peso, el uso de calzado inadecuado o incluso la práctica de deportes como el fútbol, el esquí o el running sin la preparación adecuada pueden ponerlas en riesgo. “Correr largas distancias sin entrenamiento progresivo puede dañar seriamente nuestras rodillas”, advierten los especialistas.
Entre las afecciones más comunes están los esguinces, distensiones musculares, lesiones de menisco, tendinitis (ese dolor que empeora al subir escaleras), fracturas y hasta la dislocación de la rótula. Ignorarlas no es buena idea, pues una lesión mal cuidada puede derivar en molestias crónicas o incluso artrosis.
Diez claves para tener rodillas sanas
A continuación, te dejo algunas recomendaciones fáciles de aplicar en la vida diaria:
Aliméntate bien: Incluye vitaminas A, C, D, calcio y Omega-3. No olvides hidratarte.
Controla tu peso: Cada kilo extra presiona cinco veces más la rodilla al bajar escaleras.
Haz ejercicio con cuidado: Nadar, pedalear o caminar son seguros. Siempre calienta antes y estira después.
Fortalece los músculos: Sobre todo el cuádriceps. Bicicleta y natación son ideales.
Usa buen calzado: Olvida los tacones altos o las suelas gastadas.
Rodilleras y terapias frío/calor: Alivian y previenen lesiones.
Cuídate en viajes largos: Levántate y estira las piernas cada dos horas.
Medicamentos solo con receta: Analgésicos y antiinflamatorios deben ser indicados por un médico.
Consulta al médico al primer dolor: No esperes a que empeore.
Respeta los tiempos de recuperación: Volver antes de lo debido aumenta el riesgo de recaídas.
Recuerda: Tus rodillas son el soporte de tu cuerpo. Protégelas con una buena alimentación, ejercicio moderado, calzado adecuado y chequeos médicos cuando sea necesario. Prevenir es más fácil —y menos doloroso— que curar.


