La frase “echar un polvo” es un término coloquial que muchos utilizan para referirse a las relaciones sexuales, pero su origen se remonta al siglo XIX en España.
Esta expresión, que todavía resuena entre jóvenes y adultos, tiene raíces en la aristocracia y la clase burguesa de la época.
El término proviene de una costumbre de la elite que consumía rapé, un polvo de tabaco que se aspiraba por la nariz y provocaba estornudos.

Por cortesía, los caballeros que deseaban disfrutar de esta práctica debían retirarse a otra sala, lo que les dio la oportunidad de usar la excusa de “echarse unos polvos” para ausentarse y, en muchos casos, tener encuentros rápidos y apasionados con sus amantes.
Con el tiempo, la expresión se popularizó, incluso apareciendo en la literatura. En el diccionario de argot español de 1906, “echar un polvo” se definía como sinónimo de “cohabitar”. Además, en obras como “Don Juan Notorio”, el término se usaba repetidamente para referirse al coito.
Así, “echar un polvo” ha evolucionado de ser una excusa para consumir tabaco a convertirse en una expresión común para hablar de relaciones íntimas, demostrando cómo el lenguaje refleja prácticas sociales a lo largo del tiempo.