Dijo Dios: Sea la luz. Y fue la luz. Definitivamente debemos estar en la luz para navegar en las páginas de la Biblia, porque es introducirse en la amplia e infinita sabiduría del Dios viviente, que a simple vista nos deja perplejos al descubrir paso a paso su verdadera riqueza, que va más allá de la lógica humana y trasciende a la eternidad.

Vigente
Han pasado más de dos mil años y vemos que aún sigue presente en este mundo cautivando a muchos, pero sigue encerrando misterios sin comprender que llevan a dar conclusiones apresuradas sobre su veracidad.
El Dios viviente se da a conocer por medio de su palabra escrita en la Biblia, algunos no llegan a entender su contenido porque debe ser discernido por medio del Espíritu de Dios, si no comprendemos realmente este punto tan vital e importante caeremos en gravísimos errores de interpretación que han llevado a muchos a cometer barbaridades a través de la historia de la humanidad pensando seguir la palabra de Dios.

Riquezas del conocimiento
Con pluma en mano, san Jerónimo fue firme y directo en citar que la ignorancia de las escrituras es la ignorancia de Cristo. Podemos encontrar en un conocido pasaje bíblico donde Jesús reprende a sus discípulos cuando caminaban al pueblo de Emaús, exponiendo su poco conocimiento de las escrituras, aquí se muestra la evidencia de que si deseamos tener un conocimiento verdadero de Dios, se debe estudiar la palabra de Dios escrita por hombres inspirados por su espíritu.
En la Biblia podemos encontrar diferentes aspectos claves para la vida humana, como para enseñar y corregir, por medio de ella se expone la relación de Dios con el hombre.
La palabra de Dios es viva y en ella hay sabiduría; por ejemplo, cuando se estudia el libro de Proverbios encontramos consejos sabios que ayudan al hombre a hacer lo correcto en su andar diario, mientras que en el libro de Eclesiastés se profundiza mucho más señalando la conducta del hombre y cómo debe pensar. Hay otros libros muy interesantes que tocan aspectos proféticos mencionando algunos como el de Isaías, Jeremías, Daniel y Ezequiel.
El verdadero conocimiento de Dios se encuentra en la Biblia. Jesús es la Palabra viva, el Cristo, el Verbo encarnado, es la imagen misma de Dios revelada y dada a conocer al hombre a través de la Biblia.

El Espíritu de Verdad
Al estudiar la Biblia vamos a encontrar pasajes difíciles de comprender, cuando estamos en el libro de Apocalipsis (Revelaciones) hay simbolismos extraños que encierran misterios, pero para poder discernir ese contenido es necesario que el Espíritu Santo te ayude a entender. Esto no se logra al instante, por eso es importante tener comunión con Dios sincera y constante. Así como Apocalipsis hay muchos otros libros en la Biblia que encierran tesoros que te aseguro están al alcance en el tiempo preciso que Dios decida darte ese entendimiento y todo se da por medio del Espíritu de Verdad.
Un libro que edifica
Definitivamente en ella encontrarás muchas respuestas a las preguntas que tendrás acerca de la vida y nuestro propósito de estar en este mundo, alejado del materialismo y cercano a la verdad misma que está en Dios. En los Salmos vas a nutrir tu alma con pasajes que van directo a tratar las emociones, pero también hay alabanza, gratitud y gozo que elevan tu alma y espíritu.
El hombre y la Biblia
Jesucristo nos recuerda que por medio de las escrituras encontraremos la vida eterna porque esta fluye del Dios Eterno. El cristiano y su fe están arraigados a las escrituras, sin ellas andará desarmado porque su lucha no es contra sangre y carne, sino contra las fuerzas de maldad. La Biblia tiene los recursos que dan todo el conocimiento para actuar en el ámbito espiritual, es el alimento del alma y aviva el espíritu, en ella hay luz que aparta las tinieblas de la ignorancia que radica en todo ser humano.
Los verdaderos tesoros de la sabiduría y el conocimiento solo se encuentran en la Biblia y te aseguro que cuando empieces a leerla con empeño vas a ver la grandeza de un Dios vivo que desea tener una plena y sincera relación con la humanidad por medio de Cristo Jesús, el gran Yo Soy.